sábado, 10 de octubre de 2015

La quena

La quena (en quechua: qina) es un instrumento de viento de bisel, usado de modo tradicional por los habitantes de los Andes centrales, según asegura don wikipedia. La quena es tradicionalmente de caña o madera y tiene un total de siete agujeros, seis al frente y uno atrás, para el pulgar. En la actualidad es (junto al sicu y el charango) uno de los instrumentos típicos de los conjuntos folclóricos de música andina. Es de origen Peruano y sirve para alabar a los Dioses Indios. Las evidencias más antiguas están en la Machala (costa norte del Ecuador) y Santa Elena (Costa central del Ecuador), pues hay también evidencias de origen nazca, de sicus hechos de cerámica y huesos de animales y humanos. La típica quena incaica era de veinte centímetros de largo y construida del hueso de la pata de la llama. Las quenas de los pueblos de la Puna están hechas de la canilla del cóndor o del guanaco. Pero —como corresponde— hay una leyenda sobre la quena que cuenta que “en tiempos remotos, las vírgenes del sol recogían la lana suave de la vicuña para tejer los mantos sagrados. Se reunían e iban en grupos a los mercados indígenas y allí elegían los más hermosos vellones. A una de estas visitas fue también la hija del gran curaca. Caminaban por un sendero que se extendía por pequeñas lomadas antes de llegar a destino. De pronto, desde un altozano, llegó el sonido de una flauta que sólo la hija del curaca oía. ´Se detuvo la jovencita y luego, como en sueños, caminó lentamente hacia el tañedor de esa flauta misteriosa. Era un pastor de llamas, que mientras pacían tranquilamente sus animales, hacía sonar su instrumento. Se enamoraron, porque los dos se presentían en sus silencios. Pero la diferencia social que existía entre los dos hacía difícil los encuentros, y sólo se veían cuando él la llamaba con su flauta, tocando aquella canción que ella escuchó por primera vez. Una tarde la ñusta no llegó al lugar de los encuentros. El pastor hizo sonar muchas veces su flauta llamándola, pero en vano: los crepúsculos morían en la soledad de los cerros. Y con la duda del olvido en su pecho, bajó al pueblo para averiguar la causa de la ausencia. La aldea se hallaba de fiesta. Y ¡oh! ¡Sorpresa! La mujer que él amaba se casaba con el hijo del curaca del pueblo vecino, enemigo del padre de la muchacha. Había llegado el novio con su séquito de guerra y de abundantes regalos. Los pobladores miraban asombrados todas aquellas riquezas, pero con indiferencia. Cuando buscaron a la novia para que recibiera al acaudalado caballero, no la encontraron. Había desaparecido como si Pachamama la hubiera tragado. En vano la buscaron todos. Se pensó que el padre no quería casarla con el hijo de su enemigo. Entonces hubo amenazas y el pueblo que amaba a su Señor, se volcó por senderos y lugares mas escondidos en busca de la novia. Llegaron hasta las aldeas más apartadas y no la hallaron. Y una tarde, la encontraron muerta en el lugar donde siempre se reunían con el pastor de llamas. Pasó el tiempo sobre una tumba que todas las mañanas se veía cubierta de flores silvestres, pero un día la hallaron profanada. El pastor, enloquecido, había sacado de los restos de la ñusta el hueso de una pierna y huyó para la soledad de los timos. Y con él hizo una flauta que sonaba más dulce que ninguna. Y todos los atardeceres, sentado ante la inmensidad de las cumbres, tocaba su flauta como en los tiempos idos, llamando a la mujer que no olvidaba. Por eso dicen que la quena es tan suave y melancólica, porque nació del dolor del amor”.

(A esta leyenda la leímos en el blog Azuquitas, que hacen unas talentosas niñas mendocinas)

lunes, 28 de septiembre de 2015

La leyenda del Quirquincho

Cuentan que hace mucho pero mucho tiempo, el quirquincho, antes de ser un animalito era un indio telero. Era tejedor pero casi nunca tejía, porque era muy perezoso. Preparaba el telar lentamente y con desgano; colocaba los hilos de lana y empezaba... Pero enseguida dejaba el trabajo: y decidía seguir al día siguiente.
Pasaban los días y entonces se acordaba de continuar con su tejido. Se sentaba frente al telar, pasaba un hilo entre los hilos de la urdimbre y se ponía a descansar. Al rato pasaba otro hilo y… se quedaba medio dormido. Pasaba un hilo y descansaba diez...
¡Lástima!, prolijo es..., ¡pero tan haragán! decía la gente del lugar.
Llegó el invierno. Los primeros vientos y heladas anunciaban que iba a sor muy frío. Todos se preparaban para protegerse y fue entonces cuando el protagonista de esta historia se dio cuenta que no tenía nada de abrigo para ponerse.
¡Qué frío! Y yo sin ningún poncho para abrigarme... Voy a tener que tejerme uno... ¡qué le vamos a hacer!
Eso significaba que tendría que estar varios días frente al telar y ya de sólo pensarlo empezaba a sentirse cansado. Pero armó la urdimbre, preparó los lizos y el peine, eligió la lana y empezó la tarea. Al principio todo iba bien, muy bien: una pasada, otra pasada, apretar los hilos; una pasada, otra pasada, otra y otra más. Cuando había hecho ya una franja se puso a contemplarlo. ¡Qué lindo iba eso! La trama había quedado parejita, apretada. Era en realidad un tejido tan perfecto que él mismo se asombraba al verlo. Entonces pensó en descansar un ratito. Y se quedó dormido. Al poco tiempo despertó y hacía mucho frío. No tenía más remedio que seguir tejiendo... Una pasada, otra pasada. Una pasada, una más y otra, y otra... No había alcanzado a hacer otra franja cuando… ya estaba cansado. Pero el frío era cada vez más intenso, así que no había tiempo para descansar.
¡Tengo que terminarlo, o me voy a congelar!
Con gran desaliento miró todo lo que le faltaba por hacer. Así fue que decidió continuar, pero como quería terminar pronto empezó a hacer la trama del tejido muy floja. De esta manera le rendía más el trabajo. Una pasada, una descansada; una pasada, una descansada... Entonces tomó hilos mucho más gruesos que los que estaba utilizando y menos retorcidos y siguió con su tarea. Claro que de esa manera la trama quedaba cada vez más abierta.
¡Si sigo así no me va a abrigar nada!, se dijo. Y haciendo un gran esfuerzo de voluntad continuó el tejido cada vez más y más apretado hasta terminar el poncho con franjas parejitas y con la misma prolijidad con que comenzó. Finalmente terminó y se puso el poncho que tanto trabajo le había dado.
Claro que durante todo el tiempo que se pasó haciendo el poncho, estuvo el dios de esas regiones observándolo. Y desde arriba movía la cabeza, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda:
¡¡Malo!, pensó, no tiene condiciones para ser hombre. Con tan poca voluntad para el trabajo, el pobre se va a morir de hambre. Lo voy a transformar en animalito, así podrá arreglárselas mejor.
Y así: lo convirtió en quirquincho. Su poncho se hizo caparazón para protegerlo de las inclemencias del tiempo. Un caparazón que tiene en los extremos las placas apretaditas y en el centro grandes y separadas. Como la trama del tejido de su famoso poncho.


Leyenda adaptada de la versión extraída de Garrido de Rodríguez, Nelli: Leyendas Argentinas. Editorial Plus Ultra. Bs. As, 1985

viernes, 18 de septiembre de 2015

Los Morteros Mágicos

Dicen que los Comechingones poseían conocimientos telúricos y mágicos. Es al menos lo que plantea el profesor Guillermo Terrera, de quien hemos hecho más de una mención en nuestro blog. Esta afirmación la hace en su libro El Valle de los Espíritus.
Es Terrera quien ha marcado las características físicas que han diferenciado a los comechingones de las demás etnias de la región, pues eran de gran altura, tenían largas y espesas barbas, tenían los cabellos de color claro y —aunque de otros autores— se dice que tenían los ojos verdes.
En cercanías del cerro Uritorco —como en buena parte del norte cordobés—, abundan los morteros de piedra que, al parecer, no solo cumplían una función alimenticia, sino que eran utilizados en ritos mágicos y sagrados. Dice Terrera que “…en la parte inferior de los morteros “estaba representado el cosmos con sus campos de fuerza dextrógiros y levógiros (*), y esta energía se podía percibir con sólo introducir la mano dentro de la concavidad del mortero (…) Si éste poseía poderes mágicos, el alimento preparado dentro del mismo adquiría la fuerza cósmica que se transmitía a quienes lo comiesen (…) Los comechingones, como habitantes de las serranías cordobesas, convivieron con los cerros, hondas quebradas, los valles luminosos y los arroyos y ríos de aguas transparentes. De allí su gran capacidad de observación y meditación, que con el transcurso del tiempo se convirtió en sabiduría empírica y mágica que les permitió crear valles de los espíritus o quebradas del silencio. Ellos aseguraban ver hombres que solían caminar por las sierras y desaparecer de improviso; seres que venían de la profundidad de la tierra... También los Comechingones contemplaron embelesados las luces o entidades cósmicas que surcaban el cielo nocturno”.
La fotografía del mortero es gentileza de Torres Quinteros Photography.
(*)Un viraje es dextrógiro si se mueve en el mismo sentido que las agujas del reloj, en contraposición a levógiro. Dextro proviene del latín dexter, y éste del griego δεξιός (dexiós): derecho; levo, del latín lævus (levus): izquierdo. Ambos conceptos también se conocen como dextrorrotatorio y levorrotatorio, respectivamente.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Las “chichises” vienen de lejos

Cerrando con la serie de notas sobre la vida de la etnia comechingona, que leímos en la web de Ser Comechingón, en esta entrega nos referiremos a las actividades artísticas y al idioma de nuestros queridos indios cordobeses.
• Pictografías
Los comechingones tuvieron una importante cantidad de representaciones rupestres y —por su número y calidad— alcanzaron la mayor concentración de arte primitivo metafísico en toda América, según dice Terrera, uno de los principales investigadores de la etnia.
Predominaban las pinturas sobre rocas, manifestaciones de carácter artístico, ideográfico (o no), parietales y petroglifos. Estas pictografías fueron en general de color blanco, rojo y negro. Estas reliquias se encuentran en su mayoría, en el centro-norte de la provincia de Córdoba: Cerro Colorado, Candonga y Ongamira. El yacimiento de Inti Huasi, ubicado en el noroeste de la provincia de San Luis, también se destaca por sus valiosas pictografías. Otro de los yacimientos importantes es el de Alpa Corral, alpa en lengua "Comechingón" significa piedra, es decir: Corral de Piedras. En este territorio se puede observar las divisiones territoriales que los Comechingones realizaron con piedras, denominadas actualmente Pircas.  
Los Comechingones adoraban al sol como fuente de vida y divinidad y se supone lo representaban de forma circular y así aparece simbolizado en algunos lugares. Tanto estos aborígenes en su hábitat natural, como los diaguitas, calchaquíes, sanavirones, entre otros, fueron los creadores de las pictografías que hay en los denominados “Casas o Templos Solares” de nuestro territorio. Muchas de sus pictografías han sido sacadas de sus lugares originarios y se encuentran en Inglaterra y otros países europeos.
Como una forma de auto-representación fabricaron estatuillas en cerámica. Aunque estas tienen un aspecto muy estilizado, solo se distingue su "sexo" porque están destacadas “las partes que representan a los genitales”.
• Idioma
Según José Álvarez, el idioma de los Comechingones no se ha conservado; solamente quedan unas pocas palabras seguras. Henia y camiare se citan como sus dialectos del norte y del sur, respectivamente. Algunas palabras que se reconocen de origen comechingón son:
Henen, henin, hen, pitin: pueblo (en henia)
Naguan, acan nave: autoridad (en henia)
Nave, navira: autoridad (en camiare)
Lemin: pescado (en henia)
Luimin: pescado (en camiare)
San: río / agua (en henia)
Chi: pezón.
Y aquí nos detenemos porque Chi debe ser una de las poquísimas palabras que del idioma comechingón que —a su modo— han perdurado hasta la actualidad. Seguramente en más de una oportunidad habrá escuchado como los cordobeses llaman a sus lindas chicas. Ellas son “las chichises”, que algún descolgado tratará ahora de traducir como “pezón-pezón”, lo cual es por lo menos discutible.
Muchos estudiosos aseguran la existencia de una relación directa entre la lengua comechingona y la sanavirona. Otros agrupan a ambas junto al diaguita. Los mismos conquistadores mencionaron que había muchas y diferentes lenguas en aquellas provincias. Al llegar los españoles a las serranías de Córdoba, los indígenas ya conocían además de su lengua propia, la del Perú, el quichua. Se creyó mucho tiempo que Jerónimo Luis de Cabrera venía solamente con un ejército español pero no fue así. Según Marcos Morínigo “los acompañaban varios miles de sirvientes en su mayoría indígenas peruanos (quechua parlantes) que los documentos históricos y notariales de época designan anaconas y yanaconas”. Como resultado de esta congregación Morínigo sostiene que “…ocurrió un proceso de relación interlenguas entre comechingones y sanavirones, evidenciada por la sustitución y duplicación de nombres de lugares y personas ampliamente documentada en los pleitos que, por posesión y deslinde de tierras, trababan los encomenderos entre sí. Luego se produjo una sustitución forzada de las lenguas aborígenes (comechingonas y sanavironas), por la quechua mezclada con español que hablaban los mencionados yanaconas. Hay pruebas que aportan documentos de archivo: ellos designaron cientos de lugares con voces quechuas o quechuas mezcladas con españolas, como Pascanas, Rumi Huasi, Achiras, Ancas Mayo, Mosuc Mayu, Icho Cruz, Alpa Corral, Barranca Yaco”.
Pese a la orden dictada por la corona española en 1780 de mantener solo la lengua española, las lenguas amerindias siguieron presentes y —en mayor proporción— el modo fonético de la lengua comechingona, lo que explicaría la situación que llevó a la forma de hablar actual en Córdoba. Y agregamos nosotros: hay indicios de un particular sentido del humor de los comechingones, a lo que se adicionó el especial humor de los andaluces, responsables de la conquista en esa región. “…i lo que hai, culiau”

viernes, 28 de agosto de 2015

Barrio Las 40 Viviendas

Continuando con las notas sobre la etnia comechingona que capturamos de la web Ser Comechingón, pasaremos ahora por los temas Viviendas, Alimentación, Arte y Tecnología, restándonos para la última entrega la información Pictografías y el Idioma.

• Viviendas
El investigador Aníbal Montes afirma que los comechingones moraban en “pequeñas construcciones cuadradas o circulares no mayores de tres o cuatro metros de diámetro, con un cimiento de piedras paradas que sobresalían un metro del suelo, con pequeña excavación al interior y techadas de palo, ramajes y tal vez paja embarrada con utilización de cañas, como en la actualidad”. Sin embargo, hay informes diferentes como el que se puede leer en el documento de “La Relación Anónima” —escrito por Jerónimo Luis de Cabrera—, quien sostiene “que cada unidad era una caza-pozo con espacios grandes de planta rectangular o sub-rectangular y tenía dimensiones promedio de entre seis metros de largo por cuatro de ancho. Todas cavadas con herramientas de piedra”.
Lo cierto quizás es que algunas descripciones fueron hechas sobre la totalidad del terreno que ocupaba una vivienda, tanto exterior como interior, por eso es que en “La Relación” se menciona que llegaron a caber hasta 10 caballos con sus respectivos hombres en una de ellas. Y, según las pruebas realizadas por las investigaciones arqueológicas, “las parcialidades que formaban un pueblo podían tener hasta cuarenta casas muy bien organizadas entre sí”.
• Alimentación
La comida de los comechingones fue muy variada, con un menú de más de una carilla (y precios accesibles). Provenía de la caza, la recolección, la agricultura, la ganadería natural y la pesca. Consumían el maíz o “machi” que era sembrado y regado por ellos mismos y las semillas restantes, no cultivadas, eran guardadas en vasijas o cántaros para poder sembrar en las cosechas siguientes. En sus cananas o morteros, molían el grano de maíz y preparaban suculentos almuerzos, como la pulenta o polenta, con lo que El Artesano Insano se pregunta si no vendrá de allí la famosa frase “polenta con pajaritos”. Por otra parte, moliendo la algarroba obtenían una harina que llamaban “patay”, con la cual hacían comidas y rico panes. “También se alimentaban de porotos, calabacitas, zapallos, papas y quínoa, cuyas semillas molidas permitían elaborar sopas además de harinas y sus hojas se consumían como verdura”. Lástima que no pudimos averiguar todavía, qué comían de postre. Si le daban al queso y dulce o se contentaban con una buena fruta.
• Arte y tecnología
Con respecto a las expresiones estéticas se encuentran “desde la más grande tinaja, hasta el plato (puco), taza, vasos, pequeñas jarras…”, muchas de ellas grabadas y otras pintadas. Era muy abundante su alfarería, que incluso contaba con pequeñas estatuitas funerarias. Se vestían con lana de vicuña, tejidos de fibra vegetal, cueros que curtían delicadamente y coloreaban. Se pintaban en ocre rojo y se tatuaban de otros colores. Lucían adornos de vistosos plumajes y collares de muchos tipos. Su arma principal fue el arco y la flecha pero emplearon también la lanza corta (media pica), piedras arrojadizas (hondas), boleadoras, hachas, etc.… (Cuando ahora usted escuche a un cordobés decir: “te gua arrancá la cabeza de un pedradón”, ya sabe cuál ha sido el origen).

En relación al desarrollo de instrumental de piedra fabricaron cuchillos, raspadores y punzones (que sumado a la vajilla que mencionamos, les daba para el Bazar Comechingón sin demasiados problemas). Esto demuestra que tuvieron una importante industria primitiva. No conocieron el hierro sino para construir pequeños trozos de mineral que utilizaban como bolas arrojadizas (hondas). No sabían nada de metalurgia, ni aún la del cobre que bien pudieron aprender de los incas y para lo cual tenían el mineral a la mano. Faltaba mucho tiempo para que se instalaran Fiat y Renault en la zona.

jueves, 20 de agosto de 2015

Chicha y aloja, abuelos del ferné

En el anterior despacho, habíamos referenciado la cantidad de interesantes datos que tiene la web de Ser Comechingón sobre esta etnia casi desconocida en sus detalles. Ya hicimos mención a la Etimología y Significado del término Comechingón; a sus Orígenes; y su Ubicación. En esta edición transcribimos datos sobre su Organización Social y Cultural y sus Costumbres, quedando para las ediciones posteriores información sobre sus Viviendas; la Alimentación; el Arte y la Tecnología; las Pictografías; y el Idioma.

• Organización Social y Cultural
Los Comechingones, vivían en comunidades denominadas "ayllus", palabra quichua que habría significado “tribu”, “casta” o “familia”. Cada comunidad era independiente una de la otra pero estaban organizadas entre sí, es por esto que muchos de los conquistadores le atribuyeron el concepto de nación al conjunto de los pueblos. Todas las familias de una misma parentela constituían una misma parcialidad y estaban sujetas a su jefe o curaca (palabra proveniente del quichua) y hasta las comidas eran realizadas en forma comunitaria.
En una comarca varias parcialidades obedecían a un cacique principal y las tierras de su dominio estaban demarcadas por pircas y grandes piedras megalíticas de modo que si pasaban estos límites había grescas entre vecinos.
Aníbal Montes nos da un ejemplo del funcionamiento de dichas fronteras: “… aun cuando perseguían una presa herida en sus cacerías tenían que abandonarla llegando a estos límites”. Los españoles establecieron más fácilmente sus encomiendas aprovechándose de este tipo de organización.
Desde la perspectiva etnohistórica, Montes confirma que, según datos de los conquistadores, en la época que va de 1573 a 1574, la población de los Comechingones era de alrededor de 30.000 aborígenes dentro del territorio. Para Guillermo Terrera, “constituían una nación normal y conciliadora”, pero cuando estos aborígenes percibieron el dolor que los españoles les ocasionaban esclavizándolos e intentando deshacerse de ellos y sus costumbres, se defendieron valientemente.
Sus tradiciones eran sencillas y primitivas, acostumbrados al trabajo y la libertad.
Según Montes, hacia el norte y hacia el oeste, otras comunidades como ellos, algunas más numerosas y con culturas más evolucionadas, poblaron el territorio Argentino.
En relación a la evolución de los pueblos Comechingones, Montes explica que “… la facilidad de vida y la benignidad del clima fueron en gran medida causa del estancamiento” en el desarrollo de este pueblo. Según Montes, no hay otra explicación por la cual “habiendo existido en estas sierras el hombre pleistocénico (hombre fósil) y siempre con buenas condiciones naturales (…), pasaron miles de años sin evolucionar por lo menos hasta el grado de cultura que alcanzo el Perú”.
En el altiplano andino el hombre fue obligado por las malas circunstancias ambientales, a ingeniárselas para subsistir y de ahí su mayor avance.
En cambio, los Comechingones fueron rudimentarios en sus conocimientos pero muy dedicados y laboriosos en sus quehaceres domésticos. Vivieron preocupados por el aseguramiento de su Ayllu y se organizaron mutuamente bajo el dominio del cacique principal, por decisión voluntaria: “Ellos no tuvieron el concepto de gran nación, pero sí el de su absoluta soberanía sobre sus comarcas y supieron confederarse para defender sus tierras”.
• Costumbres
Era costumbre social que esta etnia, mediante celebraciones en las que se bailaba y se cantaba, festejara una buena cosecha o cacería y diera en matrimonio a una mujer, que se cotizaba en mercaderías de acuerdo a la fortuna personal del novio que la solicitaba. En este tipo de fiestas está comprobado que usaban la corteza del cebil como un excitante y ponían en sus pipas o en sus puricás, ese polvo quemándolo y fumándolo.
Como bebida tomaban la chicha de maíz y la aloja, que los ponía alegres y la consideraban como un regalo de los dioses.
En relación con sus actividades de esparcimiento, también realizaban carreras pedestres, lanzamiento de flechas y jabalinas premiando al mejor cazador con himnos o cantos compuestos por ellos mismos.
Además, los Comechingones tenían curanderos que realizaban sanaciones por medio de succiones realizadas en las partes enfermas, al tiempo que suministraban hierbas y emplastos a sus enfermos para que se mejoraran sus dolencias.
Tuvieron la costumbre funeraria de desmembrar los cadáveres, limpiarlos y pintarlos con diversos colores. Otras veces los momificaban y enterraban en vasijas especiales, con las rodillas y el mentón que se tocaban. Otra forma la de colocar los cadáveres agrupados de a cuatro, con las cabezas en posiciones opuestas, directamente en la tierra.
Creían, que el sol rojizo del amanecer, se correspondía con el mejor momento de transmisión de su energía por lo que acostumbraban levantar las palmas de su mano o estirar las plantas de sus pies hacia el astro en ese momento del día.



sábado, 15 de agosto de 2015

Chin camiare

En un artículo muy completo publicado en el sitio Ser Comechingón, encontramos una serie de datos que incrementan el conocimiento sobre uno de los pueblos originarios que menos se conoce. En este blog vamos a reproducir particionadas esas notas, ya que son extensas. En esta primera entrega, leeremos sobre la Etimología y Significado del término Comechingón; sobre sus Orígenes; y sobre su Ubicación. En las próximas entregas, podremos acceder a temas como su Organización Social y Cultural; sus Costumbres; sus Viviendas; la Alimentación; el Arte y la Tecnología; las Pictografías; y el Idioma.

Etimología y significado del término
Los aborígenes Comechingones, según varios antropólogos, entre ellos Laura Misetich, fueron denominados así por los conquistadores. Según Aníbal Montes esta designación fue el resultado de una “palabra mal oída quizás”, que escucharon los españoles en su expedición por Santiago del Estero en el año 1544. La alusión de Comechingones para referirse a los aborígenes de las sierras de Córdoba fue “la pluralización castellana” de “Camichingón”. El término original, habría hecho referencia a las serranías muy pobladas del sur y la habrían concedido otros indígenas del norte refiriéndose a ellos. Agregamos nosotros que hay estudios que indican esos “otros indígenas” fueron los sanavirones con quienes tenían mala relación y la terminología podría haber tenido sentido peyorativo.
Montes realiza la siguiente descripción del término en cuestión: “Camichingón” es palabra híbrida que significa “serranías con muchos pueblos”. “Cami” es sierra en idioma propio de este territorio montañoso, en el cual la palabra “camiare” significa “serrano” y “camin” gran valle. “Chin” es un pueblo en idioma Vilela y equivale al “chin” de los camiares. Por ejemplo: “tane hin” o “tane chin” es un mismo pueblo del gran valle del Salsacate; “gon” es la conocida pluralización quichua. Hubo mucha diversidad en la composición del término Camichingón. Para Montes: “estas palabras compuestas por términos de lenguas distintas constituyen un reflejo de la composición étnica del territorio”.
Sus orígenes
En el libro “Comechingones y los primeros españoles en Calamuchita”, los investigadores Antonio Serrano, José Imbelloni y Alberto Rex González afirman que en el proceso de formación de este pueblo y durante miles de años, influyeron linajes pámpidos o patagónicos, sobre todo en sus características físicas como “cara ancha, cabeza alta, nariz mesorrina, paladar amplio, mayor pilosidad y pigmentación que otros indios”. Es decir que estas etnias habrían pertenecido a la entidad biológica andina. También daría cuenta de este influjo su vestimenta, pues “vestían poncho, chiripá y ojotas” y en épocas de muy bajas temperaturas usaban como abrigo chalecos de lana y accesorios de cuero.
Hay dos investigadores importantes que también evidencian la influencia de otras etnias en los pueblos aborígenes de Córdoba. El primer científico es el doctor Alberto Marcellino que, a través de su trabajo “Relaciones Morfológicas de los aborígenes prehispánicos del territorio argentino”, sostiene que: “Córdoba manifiesta la mayor relación morfológica con la serie de los huarpes prehistóricos de San Juan” y con los pámpidos del litoral atlántico bonaerense formando de este modo, una franja transversal central en la geografía del país.
El desarrollo de la barba en los varones ya en la pubertad y su piel morena, sería una muestra de este mestizaje. Otro rasgo físico importante es que eran fornidos y de aproximadamente 1,71 cm de altura la mayoría de ellos, una estatura relativamente elevada para su época.
El segundo investigador, mencionado por Signorile y Benso, es Canals Frau, que también confirma que hubo un predominio huárpido (de Cuyo), comprobado por “la cerámica negruzca y decoración grabada, hornos de tierra y las puntas líticas en forma triangular”.
El mismo autor opina que pudieron asentarse también grupos brasílidos o amazónidos en el territorio cordobés. Para Montes, estos pueblos estaban dispersos y además eran hospitalarios por lo cual se acrecentaría la posibilidad de que otras poblaciones se acercaran en épocas de necesidades para subsistir.
Ubicación
Según Montes, todo el cordón montañoso que hoy se conoce como Sierras Centrales, compartido por las provincias de Córdoba y San Luis fue territorio de los Comechingones.
Al respecto, el Centro de Investigaciones del Instituto de Cultural Aborígenes, en su libro “Hijos del Suquía” afirma que, “los centros más poblados fueron Quilino, Ischilín, Ongamira, Calamuchita, Soto, los valles de Punilla y Quisquisacate, en el que se fundó Córdoba a orillas del río Suquía”.

jueves, 6 de agosto de 2015

El Hada del Champaquí

El halo de misterio que ha rodeado al pueblo comechingón y a todo su entorno geográfico llega hasta nuestros días. El Cerro Champaquí guarda también sus leyendas. La montaña es la de mayor altura del Valle de Calamuchita y del sistema orográfico cordobés, con 2890 metros. Forma parte de la cadena montañosa conocida como Sierras de Comechingones, divisoria del sistema hidrográfico de la región.
Cuentan los que allí estuvieron que en el punto más alto del Champaquí, en una zona que ofrece una pequeña llanura, existe una hoya no muy grande pero lo suficientemente profunda como para que fuera adquiriendo con el tiempo forma de laguna. Todo esto se originó por el proceso natural de la erosión a través de siglos ya que numerosos arroyos volcaron sus aguas contribuyendo a su transformación. Allí es donde se ha tejido la leyenda del hada del Champaquí.
Durante el atardecer, sucede lo que los lugareños consideran un genuino milagro: se levanta un sugestivo vapor de agua que llega a conformar algo parecido a una túnica sutil, de tonalidad blanquecina. Mientras esta aparición etérea se va desvaneciendo, al trepar hacia el cielo toma diversas formas, entre ellas, la más hermosa y sensual: la del hada de la laguna.
Los habitantes más antiguos del Valle de Calamuchita cuentan haberla visto muchas veces, triste y melancólica, peinando su maravillosa cabellera, que ellos suponen negra y brillante; aunque solo la perciben blanquecina como a todo su cuerpo cubierto por una tenue túnica también blanca. Esta fantástica aparición camina con paso suave sobre las aguas hasta llegar a la orilla y allí se sienta sobre un banco de piedras que, como aseguran los lugareños, una mano providencial ha colocado para su descanso.
Cuenta la leyenda que un gaucho viajero que por allí pasaba, quedó extasiado al descubrir a la bella y tenue muchacha, creyendo haber encontrado por fin el amor verdadero. Pero la mujer que brotaba de las aguas no parecía corresponderle porque cuando él quería confesarle su amor, desaparecía… y así fue como sin poder resistir ese juego de apariencias quedó atrapado allí para siempre, en la laguna de la Novia o del hada del Champaquí.
Algunos viajeros han narrado que cuando el viento deja de soplar y los pájaros de gorgojar, resulta posible escuchar los susurros del gaucho enamorado en su intento inútil de conquistar el corazón de la dama del lago.

jueves, 30 de julio de 2015

Morir a las carcajadas

Guillermo Alfredo Terrera fue uno de los más prolíficos investigadores de las culturas originarias de la región sur de América y, al mismo tiempo, una de las fuentes informativas más completas sobre la vida de los indios comechingones, de quienes poco se sabe. Alrededor de los informes de Terrera, se han difundido algunos otros datos —como mitos y leyendas—, que no dejan de ser interesantes.

Alguna vez, alguien relató que “… al llegar los españoles a estas tierras, los comechingones se mostraron reacios a aceptar la servidumbre que les exigía el conquistador. El primer acto de resistencia se produjo en el segundo año de la fundación de Córdoba (1573), cuando un grupo de indios mataron al Capitán y alcalde Blas Rosales y sus hombres”. Agregamos nosotros que hay versiones que indican que la muerte de estos colonizadores se produjo porque los mandos españoles habían repartido tierras entre sus filas y que en esas tierras vivían precisamente los comechingones que obviamente las defendían como propias. “Para castigar esta rebelión, el Teniente Gobernador Don Lorenzo Suárez de Figueroa envió una expedición que enfrentó a los comechingones en el cerro o peñón de Charalqueta (Ongamira), donde éstos se habían fortificado”.

Aquí vale advertir que existe otra versión que indica que el peñón donde estaban los comechingones era prácticamente inaccesible. Que los españoles giraban a su alrededor buscando la forma de subir y no encontraban alternativa alguna. Y que además (no descartemos que sea verdad), los arcabuces con los que disparaban los españoles no llegaban a destino por la altura del peñón lo cual les resultaba a los indios absolutamente divertido, burlándose a las carcajadas del fracaso de los atacantes. Al parecer, a uno de los conquistadores se le soltó un perro que, con su olfato, encontró el lugar por donde habían subido los comechingones y ese fue el principio del final.

Hay una leyenda que dice que “…los españoles realizaron un rodeo con sus caballos, y al llegar a la cima del peñón, exterminaron a los comechingones y muchas mujeres que acompañaban a sus hombres se arrojaron desde la cima cargando en sus brazos a sus hijos”. Otra versión asegura que todos los comechingones que estaban sobre el peñón se lanzaron al vacío, prefiriendo la muerte a la esclavitud. 

Coinciden todas las versiones en que “… la viruela, el hambre y los trabajos forzados lograron que en menos de cien años del ingreso de los españoles a la región, los comechingones resultaran diezmados”.

viernes, 24 de julio de 2015

Leyenda El Niño Alcalde

Se cuenta que San Francisco Solano salió un día con la cruz y el violín a recorrer caminos y encontró en un pajonal, una hermosa imagen del Niño Dios, que le sonreía al mirarlo. Lo levantó y con todo cuidado lo llevó a su casa. Al poco tiempo le dieron la noticia que miles de indios de diferentes tribus, venían hacia la ciudad de La Rioja para destruirla. Tomó al Niño Dios y al violín y se dirigió a la quebrada de Los Sauces a esperarlos, Se sentó, colocó al Niño Dios a su lado y se puso a tocar una melodía con su violín. Las notas de la canción atravesaron las laderas de los cerros a través de las solitarias cumbres. Era una música suave, melancólica y tan triste que se oía a gran distancia. Hasta los pájaros habían callado ante el embrujo de aquellas notas. Llegaron los indios, avanzando muy despacio, para no quebrar aquel encanto. Se detuvieron lejos del Santo y poco apoco se fueron acercando hasta tocarlo. El Santo siguió con su melodía embelesándolos. Y cuando vio que con su arte había ganado el respeto de los indígenas, dejó de tocar y levantando al Niño Dios sobre sus hombros, les explicó lo que representaba y pidió su nombramiento como alcalde, es decir de gobernador de la ciudad, a quien debían obedecer en sus mandatos. Dicen que desde entonces lleva el nombre de Niño Alcalde. Se cuenta que San Francisco Solano ese día bautizó a nueve mil indios y que los restantes volvieron en paz a sus tiendas, con la promesa de no alzarse nunca contra el Niño Dios.

Esta leyenda es del Noroeste Argentino (La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy) y el nombre popular de la fiesta que lo recuerda anualmente es el Tincunaco, que se inicia el 31 de diciembre y culmina el 3 de enero. Los participantes en esta ceremonia se dividen en allis (hombres buenos de pueblo) y alféreces. Una procesión lleva al Niño Jesús llamado en ese día el Alcalde del Mundo. Otra procesión se encarga de San Nicolás de Bari. Al mediodía se produce el Tincunaco o sea el encuentro de ambas procesiones. San Nicolás hace tres reverencias al Alcalde del Mundo y los allí se entona un canto tradicional. Durante la ceremonia se pueden escuchar cantos indígenas de origen remoto entre los que se destaca el Año Nuevo Pacaría entonado por los allis.

martes, 21 de julio de 2015

Ofertas de temporada / capítulo 3

Tienen mucha gracia. Son absolutamente simpáticos. Cuelgan bien en cualquier rincón del hogar, de la oficina, del llavero e (inclusive) son aptos para reemplazar al zapatito colgando bajo el espejo que llevan los bondis. Se trata de los colgantes tejidos al crochet  de El Artesano Insano, que vienen en diferentes modelos y por tanto, ofrecen variantes de personajes como elefantes, búhos, maripositas, flores, vaquitas de san Antonio, pecesitos y otras tantas alternativas. En Noticias Insanas hay un lote de oferta por cambio de temporada. Lo puede ver accediendo a Arte en Ristras

miércoles, 15 de julio de 2015

Esopos y Samaniegos latinoamericanos

Leímos en la web Ciudad Seva, que el escritor boliviano Víctor Montoya en su “Tradición oral latinoamericana”, dice que “… no se sabe con certeza cuándo surgieron estas fábulas cuyos protagonistas están dotados de voz humana, pero es probable que fueran introducidos en América durante la conquista (siglo XVI), no tanto por las huestes de Hernán Cortés y Francisco Pizarro, sino, más bien, por los esclavos africanos llevados como mercancía humana, pues los folklorólogos detectaron que las fábulas de origen africano, aunque en versiones diferentes, se contaban en las minas y las plantaciones donde existieron esclavos negros; los cuales, a pesar de haber echado por la borda a los dioses de la fecundidad para evitar la multiplicación de esclavos en tierras americanas, decidieron conservar las fábulas de la tradición oral y difundirlas entre los indígenas que compartían la misma suerte del despojo y la colonización. Con el transcurso del tiempo, estas fábulas se impregnaron del folklore y los vocablos típicos de las culturas precolombinas”.

“Algunas fábulas de la tradición oral son prodigios de la imaginación popular, imaginación que no siempre es una aberración de la lógica, sino un modo de expresar las sensaciones y emociones del alma por medio de imágenes, emblemas y símbolos. En tanto otros, de enorme poder sugestivo y expresión lacónica, hunden sus raíces en las culturas ancestrales y son piezas claves del folklore, porque son muestras vivas de la fidelidad con que la memoria colectiva conserva el ingenio y la sabiduría popular”.

“Los personajes de las fábulas representan casi siempre figuras arquetípicas que simbolizan las virtudes y los defectos humanos y, dentro de una peculiar estructura, el malo es perfectamente malo y el bueno es inconfundiblemente bueno y el anhelo de justicia, tan fuerte entre los niños como entre los desposeídos, desenlaza en el premio y el castigo correspondientes; más todavía, para que la moraleja y la nobleza de los diálogos adquieran mayor efecto, se ha recurrido al género de la fábula, cuyos personajes, aparte de ser los héroes de los niños latinoamericanos, no tienen nada que envidiar a los de Occidente y a los dibujos animados de Walt Disney”.

“En la actualidad, las fábulas de la tradición oral, que representan la lucha del débil contra el fuerte o la simple realización de una travesura, no sólo pasan a enriquecer el acervo cultural de un continente tan complejo como el latinoamericano, sino que son joyas literarias dignas de ser incluidas en antologías de literatura infantil, por cuanto la fábula es una de las formas primeras y predilectas de los niños, y los fabulistas los magos de la palabra oral y escrita”.

viernes, 10 de julio de 2015

Ofertas de temporada / capítulo 2

Continuamos con nuestra liquidación de stock. Ahora le ofrecemos para el cuello de la dama y la cervical del caballero, una serie de collares artesanales con diseños vinculados a diferentes etnias latinoamericanas. Pueden acceder a los modelos desde la columna de Noticias Insanas y allí —en la página titulada A ver esos cuellos— encontrarán además los precios de los diferentes lotes de liquidación. La cuestión de las ofertas viene mejor de lo que pensábamos, razón por la cual (si le interesan) no es recomendable esperar mucho tiempo. Usted me entiende, dijo el artesano insano. 

miércoles, 8 de julio de 2015

Leyendas de conejos

Admitiendo que no resulta del todo fácil determinar con precisión el origen de muchas leyendas, aquí traemos una vinculada a los simpáticos conejos que, al parecer, tiene origen en la cultura maya, aunque hay algunas versiones diferentes (y mucho más crueles), donde el origen se hace más borroso.

Hace mucho, mucho tiempo, las orejas de los conejos no eran tan largas como las que ahora tienen. Una tarde, un conejo comía granos en un campo de trigo. Iba distraído. No pensaba en otra cosa que no fuera masticar y masticar lo más rápidamente posible, cuando oyó que dos ratas conversaban en voz baja.

Una de ellas decía:
— ¡Qué buena suerte tengo! He encontrado una cueva llena de trigo, de un trigo grande, dorado, como si lo hubieran escogido para que yo lo encontrara.
—Pues sí que es buena suerte, porque los conejos escogen lo mejor del trigo para comérselo y para llevarlo a sus bodegas, le respondía la otra rata.

El conejo oyó parte de la conversación y, especialmente lo que decían de los conejos. Como era muy curioso y quería enterarse de todo, fue acercándose al lugar donde estaban las ratas y se escondió detrás de una cerca.

—Lo que no quiero es que los conejos sepan que he encontrado esa cueva tan bien abastecida, porque en un momento cargan con el trigo y me dejan sin qué comer en el invierno.
—No es por curiosidad, comadrita, pero ¿Dónde está la cueva? No tenga desconfianza; si se lo pregunto es sólo para ayudarle a cuidar el tesoro.

La otra rata empezaba ya a decirle a la comadre dónde estaba la cueva, cuando el conejo, para oír mejor, estiró la cabeza por encima de la cerca y las orejas empezaron a crecerle tan rápidamente, que por más esfuerzo que hiciera no se detenían y crecían y crecían. Tanto se le agrandaron las orejas para escuchar mejor, que las ratas alcanzaron a ver esas orejas enormes y huyeron muy asustadas, dejando inconclusa la conversación.
Desde ese tiempo, los conejos siguen con las orejas largas tratando de escuchar algo que les permite saber dónde hay mucha comida.

Uno de los lugares donde leímos esta leyenda, es la web de Mitos Mexicanos

miércoles, 1 de julio de 2015

Ofertas de temporada / capítulo 1


"Ofertas de temporada" era una frase normal en los viejos anuncios publicitarios. Hoy prácticamente ha quedado en el olvido, pues los comercios creen que jerarquizan sus productos escribiendo “sale” en la vidriera, como si todos supieran inglés. Nosotros también tenemos nuestras sugerencias de precios convenientes y las estamos publicando aquí, en la columna de la derecha, dentro del rubro Noticias Insanas. La primera tanda le correspondió a las Pulseras de la línea Arte-Factos. La segunda fue para los muñecos de la línea Clotildos. Vendrán otras, porque pensamos renovar todo el stock para la temporada 2015-2016. Estará en ustedes aprovechar las ventajosas ofertas.

martes, 30 de junio de 2015

Cosas de loros

Hay una leyenda quechua que refiere a la capacidad de hablar de los loros y de cómo la perdieron.
“Hace mucho tiempo, en época de la dominación inca, los loros tenían lenguaje propio y  sabían pensar y razonar. Los incas, maravillados con estas aves, decidieron llevarlas junto a sus soberanos.
—"Será útil enseñarles nuestra lengua y cultura para que las extiendan por otros lugares de la Tierra", pensaron los reyes y ordenaron a sus sabios que les enseñaran a los loros el lengua quechua, así como su ciencia y tradiciones.        
Una vez que los loritos aprendieron todo lo que los incas creyeron prudente, volvieron a su lugar natal.
—"Ahora seremos los reyes de la selva", puesto que hablamos y razonamos como los seres humanos", se dijeron y comenzaron a impartir  órdenes con voz chillona y desagradable, a dar picotazos y muestras de soberbia. Los demás animales quedaron espantados al escuchar el extraño idioma, reaccionaron con violencia frente a la prepotencia de los loros y contestaron con airados gritos. Cada uno fue elevando más y más la voz hasta que toda la selva se llenó  de chillidos y ruidos. Fue entonces cuando el dios de las aves se enojó con los loros y les arrojó un puñado de tierra a la boca, los loros perdieron la facultad de razonar y sólo pudieron repetir lo que oían.
Así quedaron desde aquel día y, como recuerdo de la ira del dios aún conservan la boca negra  por dentro, como si hubieran tragado el puñado de tierra que les cayó del cielo”.
A esta historia la leímos en el Portal de Salta. La fotografía fue facilitada por el estudio Torres Quinteros.

martes, 23 de junio de 2015

Cachirú

Resultó ser que las pobres y queridas lechuzas, tienen sobre sus espaldas algunas historias donde las pintan como bichos malísimos. El ejemplo más contundente es el mito de “Cachirú” o “Cachurú”, descripto por Adolfo Colombres en su trabajo “Seres sobrenaturales de la Cultura Popular Argentina”, según cuenta la web Folklore del Norte y lo ratifica ese “mito-center” que es el impresionante trabajo de la web Cuco.

El famoso Cachirú es representado por una gran lechuza, color gris oscuro, garras grossas, ojos luminosos, vuelo nocturno y silencioso, aunque debe vez en cuando se lanza algún graznido. Parece que el accionar de este Cachirú no resulta ser de lo más atractivo. Según la información que publican estos especialistas “…ataca a las personas, elevándolas con sus poderosas garras y destrozándolo, le come el alma para convertirlo en un fantasma. Muy rara vez se lo oye o ve en campo abierto, su zona preferida son los tupidos montes, en donde es casi imposible el acceso. Se tienen referencias de sus apariciones en Mailín, Santiago del Estero”; mientras que otra información complementa asegurando que “se trata de una divinidad maligna, muy temida (…) tenía poder sobre los cuerpos y las almas de los hombres, castigándolos a veces en vida, al arrebatarles los ojos con el pico agudo. Visitaba los ranchos al atardecer, dando chillidos, y se asentaba en los aleros, quedando con ello amenazada la familia y notificada de próxima desgracia. Se le ofrecía tres cántaros de aloja que se ubicaban en el patio; si él las bebía, aceptaba la ofrenda y se convertía en amigo y protector”. Por las dudas aclaramos que las lechuzas de El Artesano Insano son recontrabuenas y simpáticas. Así que nada de asustarse.

lunes, 15 de junio de 2015

El origen del cosmos (wishókar)

En la web de Mitología Americana, está publicado el origen del cosmos, una historia de mucha belleza que permite una visión modificada de historias que nos contaron de otra manera.
“Al principio solo existían dos cosas: Kóoch, que siempre estuvo y una oscuridad absoluta que no dejaba que las cosas existiesen.
Tanto tiempo pasó Kóoch en medio de las sombras y su soledad era tan grande que empezó a llorar por tan enorme pena. Y lloró tanto y tan sinceramente por su profundo dolor que sus lágrimas formaron el Arrok, el Mar Amargo de las tormentas y las tristezas.
Más tarde, aún en medio de tanta pena, pudo advertir como crecía la enorme cantidad de agua que había llorado y entonces suspiró. Así creo a Xóchem, el viento, que inmediatamente comenzó a correr arrastrando a las tinieblas y preparando el camino para la llegada de la luz. Así fue como todo se iluminó y nació la alegría en Kóoch. Entonces tuvo ganas de seguir creando los restantes elementos que le permitieron luego modelar el mundo en el que finalmente vivirían los hombres.
Un día, en medio del mar que sus lágrimas habían creado, Kóoch quizó contemplar su obra y vio que la luz no era suficiente. Enojado, levantó su brazo y sucedió que rasgó de lado a lado el velo de la penumbra y encendió así una gran chispa de fuego: Kóoch había creado el sol al que llamó 'xaleshem' cuya calidez al entrar en contacto con las aguas, creó las nubes y el viento, que empezó a jugar con ellas corriéndolas por todo el cielo. Con su risa alocada creo el trueno (katrú) y ellas, que lo amenzaban con la mirada, crearon el relámpago (lüfke).
Un día Kóoch volvió a aburrirse, por eso pensó que su obra no estaba aún terminada. Entonces hizo elevar parte de la tierra que se encontraba debajo del mar y formó una isla en la cual modeló montañas y llanuras separadas por valles y cañadas. Todos sus hijos, el sol, el viento, las nueves admiraron la belleza de la isla y comenzaron a derramar sus bondades sobre ella, lo cual dio como resultado la formación de ríos, arroyos, lagos, el nacimiento de los peces, las plantas, los árboles y las aves.
Pero sucedió que los primeros hijos de Kóoch sintieron al final, celos de esta nueva creación y en ocasiones desataban su furia sobre la isla castigando duramente a árboles y otros habitantes. Entonces Kóoch decidió reprenderlos hablándoles con firmeza y así la luz continuó brillando para el deleite de la creación”.


miércoles, 10 de junio de 2015

El fin de los humahuacas

En la web Folklore del Norte, leímos la leyenda sobre los indios humahuacas, que según esta historia terminaron siendo víctimas de las envidias de calchaquíes y diaguitas.

“Hace mucho, mucho tiempo los indios humahuacas vivían sin privaciones en las tierras de su quebrada. Dicen que éstas eran tan verdes y fértiles como lo es hoy la pampa, y que en sus terrazas crecía el maíz como crece la hiedra a la sombra de los árboles. Como no era tan duro el trabajo, y su fruto abundante, los dueños de esa tierra podían compartir la paz y la alegría que les enviaba la Pachamama en fiestas interminables. Y dicen también que las cosas habrían seguido así para siempre si no hubiera sido por la envidia de los calchaquíes, la codicia de los diaguitas y la belleza de Zumac.
Calchaquíes y diaguitas se aliaron un día y decidieron conquistar la tierra humahuaca. Hubo largas reuniones secretas, planes y contra planes, espías que se asomaron a la quebrada e informantes que volvieron a contar que los humahuacas no sospechaban nada, demasiado satisfechos como para pensar en la guerra. Y que el único obstáculo para sus planes era el jefe, que sabía cómo convertir de golpe en un ejército a las familias campesinas. Las dos tribus aliadas prepararon sus arcos, sus flechas, sus hondas y sus piedras y, sobre todo, prepararon a Zumac.
La más linda entre los calchaquíes y las diaguitas, Zumac Huayna, no sólo era joven y hermosa. Ante todo, estaba convencida de sus encantos. Sabía cuándo bajar la vista con una media sonrisa. Sabía acercarse silenciosa a sus interlocutores hasta casi rozarlos con su cuerpo firme y, al alejarse, caminar por la aldea con la seguridad de una reina.
Así llegó Zumac, hasta las casas humahuaqueñas, en el atardecer del día señalado. Ella contó su historia de india perdida y las mujeres la llevaron a descansar y la convidaron con un vaso de alhoja. Más tarde, a la hora de la fiesta y el baile, conoció al jefe. Se miraron muchas veces a través del aire frío de la noche y el humo de la fogata y ella lo fue enredando con su collar de cuentas invisibles. Más tarde se cruzaron en el momento que, acallados los pinkullos y las ocarinas todos iban a recogerse; y más tarde todavía él dormía junto a ella, envuelto en su olor recién descubierto. La noche, de luna nueva, era oscurísima sobre la quebrada y nadie estaba despierto para escuchar el silencio enorme que cubría el valle como una manta.
El sorpresivo ataque de las tribus aliadas no dio lugar a la defensa de los humahuacas. Ni los que huían de sus casas, ni los que intentaron buscar sus armas, ni los que se ocultaron en los maizales, ni los que corrían desesperados hacia las montañas, ni uno solo pudo escapar de la masacre. El mismo jefe murió como uno más, pero antes maldijo a sus enemigos y les auguró que no les serviría de nada la victoria.
Y así fue. Al día siguiente, cuando el sol iluminó la quebrada, el paisaje era otro. El pueblo y los cultivos habían desaparecido. La tierra se había secado, se había vuelto arenosa y estéril, y estaba extrañamente teñida de rojo, de morado, de rosa...
¿Dónde estaban los muertos, la sangre, los despojos? En vez de cadáveres, sobre las laderas, de a trechos, entre las piedras y el polvo, había brotado una planta desconocida. Miles de cardones, con sus verdes brazos espinosos, poblaron las cuestas, los pasos y las cimas. Se levantaban desafiantes, únicos pobladores del desierto que es ahora lo que fue la tierra que les pertenecía. Y en primavera, bajo el cielo más azul que se conozca, dejan salir de entre sus espinas increíbles flores amarillas, blancas y rojas que, según dicen, son las almas de los desaparecidos indios humahuaqueños”.

domingo, 31 de mayo de 2015

Leyenda Los pétalos de la rodocrosita

Tras largos días y noches de andar, el chasqui alcanzó el último tramo del camino que conducía a la morada del rey inca. Llevaba una singular ofrenda destinada al gobernante: tres gotas de sangre petrificadas, el precioso hallazgo fue recibido con mucha emotividad. En el lago Titicaca, en tiempos pasados, se había construido el templo de las acllas: las vírgenes sacerdotisas del Inti. En ese sitio se encontraban anualmente el sol y la luna para fecundar los sembrados y asistir a la sagrada elección de quien heredaría la responsabilidad de perpetuar la sangre inca. Un día el invencible guerrero Tupac Canquí se atrevió a ingresar al sagrado templo, desafiando la tradición incaica. Desde el momento en que descubrió a la bella ñusta aclla, nació su amor por ella. La sacerdotisa lo correspondió, consciente de ignorar las restricciones del Tawantinsuyo para las elegidas. Juntos, escaparon hacia el sur, buscando proteger el vientre de la aclla lleno de vida. El poder imperial bramó y destinó infortunados grupos armados a castigar a los culpables de la transgresión. Tupac Canquí y la ñusta aclla se instalaron cerca del salar de Pipando, donde tuvieron muchos hijos descendientes de los aymarás, que fundaron el pueblo diaguita. Sin embargo, jamás lograron deshacerse del hechizo de los shamanes incas. Ella falleció y su cuerpo fue sepultado en la alta cumbre de la montaña, él murió poco tiempo después, ahogado en su triste soledad. Una tarde, el chasqui andalgalá descubrió la tumba de la ñusta aclla impresionado por ver cómo florecía, en pétalos de sangre, la piedra que la cubría. Rápidamente salió del estupor y arrancó una de las rosas para ofrendar al rey inca. El jefe del imperio, aceptando con emoción la flor de la rodocrosita, perdonó a aquellos antiguos amantes furtivos. En adelante, las princesas de Tiahuanaco lucieron con orgullo trozos de la piedra rosa del inca, símbolo de paz, perdón y amor profundo.
Leyenda de los diaguitas, que ocuparon los territorios de las actuales provincias de Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero y Tucumán. Fue publicada por www.ambiente.gov.ar

domingo, 24 de mayo de 2015

La tonaaaadita era comechingona

Urgando en los rincones weberos, descubrimos que alguien aportó a wikipedia algunos datos sobre la lengua y la singularidad fonológica de los comechingones. Y no es una dato menor, más allá de las diferencias de criterio o enfoques científicos que se puedan otorgar a esta cuestión. De todas maneras leemos en el capítulo “Lengua” que “… es de tener muy en cuenta que los hênia-kamiare o "comechingones" poseían su propio idioma, que posiblemente fueran varios. En 1594 Barzana4 informó que en la Sierra de Córdoba se hablaban más de ocho o nueve lenguas diferentes, lo que indican que tal vez la "lengua de los comechingones" no constituyera una unidad y fuera en realidad un conjunto de lenguas diferentes relacionadas. Sin embargo, esta lengua o lenguas está virtualmente indocumentada y actualmente en el territorio que habitaban abunda la toponimia en runa simi o quechua; esto debido a que los conquistadores españoles desde el siglo XVI impusieron el runa simi (dialectizado) como lengua general para comunicarse con las muy diversas etnias aborígenes ubicadas en el Cuyo, Córdoba, Santiago el Estero, y Noroeste Argentino. Eso explica que, posteriormente a la llegada de los españoles en el s. XVI junto a los topónimos españoles proliferaran (olvidándose los nombres originales) en runa simi o quechua, esto también explica el moderno nombre quechua de la zona arqueológica hoy llamada Inti Huasi en las sierras de la Provincia de San Luis, zona arqueológica centrada en cuevas y grutas cuyo nombre verdadero y original hênîa-kâmîare se encuentra olvidado desde el siglo XVII”.
En el apartado de “Singularidad fonológica” se lee lo siguiente: “…Un curioso aporte han dejado los "comechingones": la llamada «tonada» cordobesa (de Córdoba, Argentina) o «cantito» que se caracteriza por la extensión como canturreada de las vocales. Esta tonada o acento del castellano hablado en la Córdoba argentina, a inicios de siglo XIX se encuentra principalmente, muy marcado en las zonas montañosas, aunque es frecuente en la mayor parte de las provincias argentinas de Córdoba y San Luis. Tal tonada o "cantito" o curva tonal se puede ejemplificar fonológicamente del siguiente modo: Si un hablante de Madrid (España) pronuncia la palabra "tráemelo" de modo que se desglosa en 3 sílabas: [tráe-me-lo], un hablante con curva tonal cordobesa (de la Córdoba argentina) pronuncia la misma palabra en cuatro sílabas del siguiente modo: [tra-e-me:-ló] (los dos puntos tras la "e" acentuada significan el alargamiento de dicha vocal). Antonio Tovar menciona cinco dialectos del idioma "comechingón": main, yuya, mundema (o "indama"), kama y umba aunque en la actualidad no se pueden dar precisiones sobre la distribución de tales dialectos”.
Se advertirá que —a través de los tiempos— la herencia comechingona no se ha diluído, sino que por el contrario está fortalecida en la cotidianeidad cordobesa.
La ilustración es un dibujo del Negro Ortiz, publicado el 20 de mayo de 1998 en La Voz del Interior. 

viernes, 8 de mayo de 2015

Mitos II

Continuamos con la difusión de un excelente material sobre mitos que escribiera el investigador boliviano Víctor Montoya.

“Los mitos cosmogónicos, que explicaban el origen del mundo, los hombres, vegetales y animales, son diversos y varían de sentido dependiendo de las características geográficas y ecológicas del lugar donde surgieron. En los pueblos andinos, por citar un caso, los espíritus superiores que regían las fuerzas de la naturaleza y podían facilitar al hombre su sustento, su seguridad y su propia supervivencia, actuaban en diferentes planos y con distintas funciones; unos actuaban en el plano celeste, otros en la tierra y algunos en el mundo subterráneo, lugar de procedencia y destino final de los hombres después de la muerte.
En el mito de creación de las culturas andinas, según refiere la tradición oral, el mundo fue reconstruido después de un diluvio por el dios Wiracocha (divinidad suprema), quien, según el mito, apareció con un vestido talar, largas barbas y sujetando por la brida a un animal desconocido (una imagen que los indígenas confundieron con la apariencia física de los conquistadores). Surgió del lago Titicaca, con la misión de formar el sol, la luna, las estrellas y fijar su curso en el cielo. A continuación modeló en barro buen número de estatuas, tanto mujeres como hombres, y las animó para que poblaran la tierra. Con el transcurso del tiempo, los hombres olvidaron el mandato de su Dios Padre, se enemistaron y cayeron en la esclavitud de sus bajas ambiciones. Entonces Wiracocha, asaltado por la desesperación y la ira, volvió a salir de las aguas del lago Titicaca, se dirigió al Tiahuanaco y allí convirtió en piedra a sus criaturas desobedientes, excepto a quienes huyeron hacia las montañas para vivir como tribus salvajes. Wiracocha, inconforme con el desenlace, ordenó al Sol (padre de la humanidad), que enviara a la tierra a su hijo Manco Cápac y su hija Mama Ocllo, con el fin de reformar a los rebeldes y enseñarles una vida civilizada.

Víctor Montoya nació en La Paz, Bolivia, el 21 de junio de 1958. Escritor, periodista cultural y pedagogo. En su exilio en Suecia, impartió lecciones de quechua, coordinó proyectos culturales en una biblioteca, dirigió talleres de literatura y ejerció la docencia durante varios años. Ha publicado más de diez libros y su obra mereció premios y becas literarias. Tiene cuentos traducidos y publicados en antologías internacionales. Actualmente escribe en publicaciones de América Latina, Europa y Estados Unidos. Es director responsable de la edición digital de Narradores Latinoamericanos en Suecia: www.narradores.se y del Rincón Literario: welcome.to/heterogenesis.

domingo, 3 de mayo de 2015

Mitos de la tradición oral

Cuenta el escritor e investigador Víctor Montoya, que “… en las culturas andinas, como en todas las civilizaciones de Oriente y Occidente, los mitos juegan un papel importante en la vida cotidiana de sus habitantes, quienes, desde la más remota antigüedad, dieron origen a una serie de deidades que representan tanto el bien como el mal. Los mitos, en cierto modo, son la esencia de una mentalidad proclive a las supersticiones y responden a las interrogantes sobre el origen del hombre y el universo”.
Los mitos, al igual que las fábulas y leyendas, fueron llevados por los pueblos primitivos en sus procesos migratorios y transmitidos de generación en generación. El mito no sólo enseña las costumbres de los ancestros, sino también representa la escala de valores existentes en una cultura”.
“El mito, a diferencia de la leyenda cuyos personajes existieron en algún momento pretérito de la historia, no tiene un tiempo definido ni un personaje que existió en la vida real. De ahí que el mito, tradicionalmente, está vinculado a la religión y el culto, pues sus personajes, admirados y adorados, son seres divinos, algo que tiene un nombre basado en un credo pero jamás en una prueba concreta. Entre las divinidades aztecas encontramos a Huitzilopochtli, que era el dios de la guerra; Tezcatlipoca (espejo humeante), dios del sol; Quetzalcoalt (la serpiente pájaro), dios del viento, creador y civilizador; Tlaloc, dios de las montañas, de la lluvia y los manantiales. El mito azteca de los cuatro soles refiere que los dioses crearon sucesivamente cuatro mundos; lluvias excesivas destruyeron el primero, lluvias de fuego el segundo, terremotos el tercero; los hombres del cuarto fueron convertidos en monos. Poseían una tradición del diluvio, del que se salvaron un hombre, Coxcoxtli, y una mujer, Xochiquetzal, quienes repoblaron el mundo. Entre los mayas Itzamna, asociado al sol, era el dios civilizador, Kukulcán (la serpiente emplumada) enseñó la agricultura y dio leyes justas. En la creación intervinieron los dioses Hunahpú, Kukulcán y Hurakán. Tras varios intentos fracasados hicieron al hombre maíz. El fuego lo recibieron los hombres de Hurakán, también llamado Tohil, en Guatemala”.
“Así como el cuento tiene un carácter profano, ya que tanto el autor como el lector lo conceptúan una suerte de ficción, el mito tiene un tono religioso y sagrado, y, sin embargo, tiende a ser verdadero. En casi todas las culturas se confunde el mito con la realidad, y se cree que los mitos de creación del universo son verdaderos, pues todavía hay quienes aseveran que los elementos materiales que nos rodean fueron creados por un ser supremo o por espíritus extraterrenales. En el mundo andino, por ejemplo, la religión muestra alguna semejanza con el panteísmo, en la medida en que Dios, principio y fin del universal, se confunde con la naturaleza”.

Víctor Montoya nació en La Paz, Bolivia, el 21 de junio de 1958. Escritor, periodista cultural y pedagogo. Vivió en las poblaciones mineras de Siglo XX y Llallagua. En 1976, como consecuencia de sus actividades políticas, fue perseguido, torturado y encarcelado.
Liberado de la prisión por una campaña de Amnistía Internacional, llegó exiliado a Suecia en 1977. Actualmente escribe en publicaciones de América Latina, Europa y Estados Unidos. Es director responsable de la edición digital de Narradores Latinoamericanos en Suecia: www.narradores.se y del Rincón Literario: welcome.to/heterogenesis.


lunes, 13 de abril de 2015

Su Señoría El Pato

La cantidad de información acumulada en la web, siempre nos da un margen para aportar (y aportarnos) datos nuevos sobre cuestiones que ya parecían sabidas. Entre Los Clotildos —una de las líneas de productos de El Artesano Insano—, hay una importante presencia de patos, de diferentes colores, tamaños y formatos.
Lo que ahora hemos descubierto —y compartimos con ustedes— es que el pato aparece en las leyendas de los indios norteamericanos, donde el simpático palmípedo actúa como mediador entre el cielo y el agua y —como si fuera poco— le ha cabido la responsabilidad de ser una de las criaturas que ayudaron a renovar la tierra después del Diluvio. 
Pero hay más: en la tradición hebrea, el pato simboliza la inmortalidad (algo así como un súper pato);  mientras que en China y Japón representa la satisfacción, la felicidad en el matrimonio y la fidelidad; para los celtas en cambio, simbolizaba ingenio y honestidad. No es poca cosa Su Señoría El Pato. 

sábado, 4 de abril de 2015

¿Y esto cómo se llama?


El Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos tiene publicado en Books Open Edition, un material esclarecedor para quienes gustan de la cerámica, pues proponen una nomenclatura de las formas de los recipientes cerámicos basada, neutralizando enormes errores que se cometen a diario llamando cuencos a platos y designando como fuentes a otras formas.

El referido centro de estudios, señala que “para dar un alcance general a esta nomenclatura, de manera que pueda ser utilizada no sólo por los antropólogos que estudian los aspectos tecnológicos de la cultura material sino también por los arqueólogos, se han establecido criterios de orden morfológico esencialmente. Sin embargo, esta regla no excluye totalmente la utilización de términos funcionales cuando el contexto es suficientemente claro, como es el caso en las encuestas antropológicas y en ciertos contextos arqueológicos. En general, hemos excluido de esta versión española los nombres regionales, puesto que en los diversos países de Latinoamérica y en diversas regiones de España a menudo se utilizan términos diferentes para un mismo tipo de recipiente. Proponemos aquí una clasificación en grandes categorías definidas según relaciones simples de profundidad y de diámetros (máximo y de boca) y secundariamente de dimensiones. Para cada categoría damos también los nombres y las definiciones de algunas variantes. Las divisiones propuestas no son arbitrarias y provienen de observaciones efectuadas sobre conjuntos correspondientes a diferentes áreas culturales. Estas son suficientemente amplias para hacer resaltar la originalidad de cada colección y permitir las divisiones que parezcan más pertinentes para el conjunto cultural estudiado. En lo que respecta a las dimensiones indicadas en las distintas categorías, es importante precisar que no son imperativas y que cada investigador puede establecer los límites que le parezcan más adecuados para su propio material”.
Ahora sabemos con cierta precisión que los que fueron platos, fuentes y cuencos de El Artesano Insano, son nada menos que hermosas placas decoradas y vitrificadas. Gracias entonces al Centro de Estudios por su aporte.

jueves, 26 de marzo de 2015

El árbol de sal

Los mocovíes —indígenas del norte argentino—, utilizaron con habilidad un helecho llamado Iobec Mapic, al que muchos confunden con un árbol, pues tiene un gran porte y llegar a los dos metros de altura.

Hay una leyenda que afirma que cuando Cotaá (Dios) creó el mundo, hizo esta planta para que alimentara al hombre; la planta se expandió rápidamente y fue de gran utilidad para la humanidad que la consumía agradecidamente.

Neepec (el diablo), sintió envidia de ver lo útil que era esta planta y se propuso destruirlas a todas, de la forma en que fuese necesario y posible. Se elevó por los aires y fue a las salinas más cercanas, llenó un gran cántaro con agua salada y lo arrojó sobre las matas con la intención de quemarlas con el salitre. Las raíces absorbieron el agua; la sal se mezcló con la savia y las hojas tomaron el mismo gusto.

Flor de calentura se agarró el satanás, porque la planta no perdió su utilidad, ya que sirvió para sazonar las carnes de los animales salvajes y otros alimentos. Nada dice la leyenda sobre la existencia (o no) de Iobec Mapic Parrillera.

La leyenda está publicada en la web Folklore del Norte y la imagen fue publicada por el Portal de Salta.

miércoles, 11 de marzo de 2015

En el nombre del Cacique


Buceando la web, en algunas páginas hemos encontrado los nombres de muchos caciques comechingones. Hay en la actualidad, muchas localidades que llevan algunos de esos nombres y son muy conocidas por su convocatoria turística. Lo interesante del sintético trabajo (que como lo hemos visto repetido en muchas webs no sabemos quién es el autor originario), es que a cada nombre se le agrega la zona donde actuó y las fechas aproximadas. Para quienes se interesan por los pueblos originarios, esta es una data más que interesante.

Acabaqueaba: Cacique comechingón que habitaba en el Valle de Punilla, sierras de Córdoba entre 1570-1590 y es dado en encomienda al fundador de Córdoba, don Jerónimo Luis de Cabrera.
Achala: Cacique de la nación comechingona con hábitat en la sierra de Achala, por los años 1550-1580.
Aclarichián: Cacique comechingón, conocido también como Aclarichicán: vivió durante los años 1620-1650, en el Valle de Punilla.
Ancalán: Cacique principal comechingón que vivió en el paraje denominado Cuchi-Corral en las Sierras Grandes de Córdoba, alrededor de 1570. Era padre de los caciques Tamacat, Cochucharaba y Valacta.
Ascochinga: Cacique principal comechingón que habita entre los años 1540-1580, la zona comprendida en el actual departamento Colón en las Sierras Chicas de Córdoba.
Auleta: Cacique principal comechingón que vivió en los años 1570 en la zona de Villa Dolores, en las llamadas Sierras Grandes.
Biliblás: Cacique principal que habitaba en la zona de Soconcho y Luyaba en las Sierras Grandes de Córdoba, entre 1580-1600.
Bolbolcharaba: Cacique principal comechingón que vivió en la zona del Salsacate, provincia de Córdoba, en los años 1570-1600.
Cachu: Cacique principal que vivió en la zona de Calamuchita, por los años 1580-1600.
Calahara-Hanchiquín: Cacique principal de los comechingones, sobrino del Gran Curuca Sicomo-Hanchiquín, ambos pobladores de la región del Salsacate en las Sierras Grandes de la provincia de Córdoba, en 1550-1600.
Calana: Cacique principal comechingón que habitaba la zona central y sur de las Sierras Grandes de la provincia de Córdoba, entre 1570-1600.
Caminta: Cacique principal comechingón que vivió en el valle de Malancha, ahora conocido como Valle de Conlara, en la provincia de San Luis, en los años 1580-1600.
Cantacharaba: Cacique principal comechingón que vivió entre 1550-1580 en la margen sur del río Suquia, frente al lugar de la fundación de Córdoba,
Chabala-Naguán: Cacique principal comechingón que vivió en la zona de las Salinas Grandes, en los deslindes de Córdoba, Santiago del Estero y La Rioja, entre los años 1570-1590.
Chagapanta: Cacique principal de la parcialidad comechingona que vivió en el valle llamado por los indios de Malancha que ahora se conoce como de Conlara. en la provincia de San Luis, por los años 1570-1590.
Chicha: Cacique principal comechingón que habitaba la zona central y sur de las llamadas Sierras Grandes de la provincia de Córdoba en los años 1580-1600.
Chilisna-Charaba: caique principal comechingón que vivió en el pucará aborigen levantado en la margen del río Suquía, cuando Jerónimo Luis de Cabrera fundó la ciudad de Córdoba en 1573.
Chuto: Cacique comechingón que poblaba entre 1560-1590, la zona de Soto, en Cruz del Eje, provincia de Córdoba. La toponimia de Soto se debe a la deformación del nombre indígena Chuto.
Citón: Cacique principal de la parcialidad comechingona con hábitat en la zona de Cruz del Eje, Ischilín y noroeste de Totoral, en la provincia de Córdoba, entre los años 1550-1590. También escriben su nombre como Sitón.
Cochucharaba: Cacique comechingón de la zona Cuchi-Corral en las Sierras Grandes de Córdoba, donde habitó por los años 1620-1650. Era descendiente del cacique principal Ancalán.
Concho: Cacique principal comechingón que vivió en la zona de Luyaba y Soconcho en la provincia de Córdoba, por los años 1575-1590.
Gualapí: Cacique principal comechingón que habitaba en la zona centro y sur de las Sierras Grandes en la provincia de Córdoba, por los años 1590-1600.
Gulumán-Naua: Cacique comechingón que vivió en las cercanías de Soto, departamento de Cruz del Eje, Córdoba, entre 1570-1600.
Hacsa: Cacique principal comechingón que habitaba por 1550-1590, en la zona de Nono, de las Sierras Grandes de la provincia de Córdoba
Hanchiguín: Cacique principal de la nación comechingona, con hábitat en las cercanías de Villa Dolores, por 1580-1590 en la provincia de Córdoba.
Huybán-Chuctaví: Cacique del grupo comechingón que habitaba en la zona de Cruz del Eje, Ischilín y noroeste de Totoral, en la provincia de Córdoba, en las décadas de 1550-1590.
Iba-Sitón: Cacique principal comechingón, con hábitat en Cruz del Eje e Ischilín, entre los años 1560-1600.
Imita: Cacique principal comechingón que poblaba con su tribu, la zona centro-sur de las Sierras Grandes de la provincia de Córdoba, por los años 1570-1590.
Larca: Cacique principal comechingón que poblaba la zona de Totoral en la provincia de Córdoba, en los años 1580-1600.
Linlinchachapa: Cacique principal comechingón de la zona de Salsacate, en la provincia de Córdoba, donde vivió por los años 1570-1600.
Lobán: Cacique comechingón que por los años 1570-1600, habitaba en el Pucará o fortaleza llamada Escaba-Sacat, en el Valle de Punilla, en las Sierras Chicas de Córdoba.
Macha: Cacique principal comechingón que habitaba en la zona de Cruz del Eje y parte de Ischilín, en la provincia de Córdoba, entre 1600-1660.
Main-Charaba: Cacique principal comechingón con hábitat en el Valle de Punilla en Córdoba, donde fue reducido y entregado en encomienda don Jerónimo Luis de Cabrera alrededor de 1574.
Maioganumba: Cacique comechingón que integra el repartimiento de indios a don Jerónimo Luis de Cabrera, efectuado aproximadamente en 1574 en el Valle de Punilla, Córdoba.
Matala, Francisco: Cacique comechingón que habitaba en el paraje conocido como Culampacayac, en la sierra cercana a la actual localidad de La Falda.
Molón: Cacique principal comechingón que vivió por 1580-1600, en la zona central y sur de las Sierras Grandes de la provincia de Córdoba.
Muchiqui: Cacique principal comechingón que habitaba en las Sierras Grandes de la provincia de Córdoba, por los años 1570-1590.
Nicolaysti: Cacique principal comechingón que vivió en la zona de Salsacate, provincia de Córdoba, en los años de 1570-1600.
Nun: Cacique principal comechingón que habitaba en la zona de Soconcho y Luyaba, en la provincia de Córdoba, por los años 1570-1600.
Olayón: Cacique principal comechingón, famoso por su bravura que vivió en la zona de Cruz del Eje, Córdoba, por 1590-1620. Murió en combate, luchando contra las injusticias de los españoles, en duelo singular con el capitán Tristán de Allende, a quien logró dar muerte.
Onga: Cacique comechingón que poblaba las tierras denominadas de Ongamira, en el departamento Ischilín de Córdoba. Fue un poderoso cacique que luchó permanentemente contra los españoles y murió en la ley de sus ancestros, peleando contra los conquistadores. Sus guerreros dieron muerte en el paraje conocido como Charalqueta al capitán Blas de Rosales. Su actuación tuvo lugar entre 1570-1580.
: Cacique principal comechingón que habitaba por los años 1580-1600 la zona de Calamuchita en la provincia de Córdoba.
Quenoalichaba, Juan: Cacique comechingón que habitó entre las décadas de 1570-1590, la zona adyacente a Jesús María, en la provincia de Córdoba.
Quinsa: Cacique principal comechingón que habitaba la región central y sur de las Sierras Grandes de la provincia de Córdoba, alrededor de los años 1550-1590.
Sabaleta: Cacique principal comechingón, afincado en la zona de Villa Dolores, en la provincia de Córdoba, en los años 1570-1610.
Saldán: Cacique principal comechingón, llamado también Saldán-Inchín que equivale en lengua camiaré o comechingona al que tiene mando. Tuvo su hábitat permanente en el área de la actual Saldán, departamento de Colón de la provincia de Córdoba, por los años 1550-1580.
Savanacora: Cacique principal comechingón que por los años 1575-1600, habitaba la región denominada de Soconcho, Luyaba y Calamuchita en la provincia de Córdoba.
Selemin: Cacique principal de la nación comechingona que entre 1550-1580, habitaba la región de Ischilín, Cruz del Eje y el noroeste de Totoral, en la provincia de Córdoba.
Sicomo-Hanchiquín: Cacique principal comechingón, afincado en la zona de Salsacate, en la provincia de Córdoba, por los años 1560-1600.
Siquimán: Cacique principal comechingón que habitaba por los años 1580-1610, la región de Cosquín.
Tacama: Cacique principal comechingón que poblaba por 1550-1590, la amplia zona de Cruz del Eje, Ischilín y nordeste de Totoral.
Tallovinta: Cacique comechingón conocido también como Gualsanabira que poblaba por los años 1570-1590 una amplia zona de Calamuchita y en especial, la llamada cañada de Garpén, en territorio de Córdoba.
Tamacat, Pedro: Cacique comechingón, descendiente del cacique principal Ancalán, con habitat en el Valle de Punilla, por 1620 Sus contemporáneos le llamaban Matacat y los españoles Periquillo.
Timicho: Cacique principal comechingón que poblaba las tierras del actual Valle de Soto en la provincia de Córdoba, entre 1570-1590.
Tintín: Cacique principal comechingón que habitaba en las nacientes del Río Quinto, en el extremo sur de las Sierras Grandes de Córdoba, en los años 1575-1595
Tiqui: Cacique principal comechingón que habitaba en los años 1580-1600, la zona centro sur de las Sierras Grandes de la provincia de Córdoba.
Toltina: Cacique principal del grupo aborigen comechingón en la zona centro y sur de las Sierras Grandes de Córdoba, en los años 1580-1600.
Tomiche: Cacique principal comechingón que poblaba la región de Salsacate, en la provincia de Córdoba, alrededor de los años 1550-1600.
Toro: Cacique de la nación comechingona que gobernaba en el pueblo indígena de Chalamo y en la región adyacente a Soto, en el departamento de Cruz del Eje, provincia de Córdoba. Fue puesto en encomienda al capitán Tristán de Tejeda en el año 1574. Su nombre español de Toro, le fue impuesto por los conquistadores.
Upán: Cacique principal comechingón que poblaba el valle de Malancha, actualmente conocido como de Conlara, en la provincia de San Luis, por los años 1575-1595.
Valacta: Cacique comechingón que vivió en Cuchi-Corral, Córdoba, en los años 1620-1650. Era descendiente del cacique principal Ancalán.
Yachi: Cacique principal comechingón que poblaba la zona de Calamuchita en la provincia de Córdoba, por los años 1580-1595.
Yaclavasaba: Cacique principal comechingón, afincado casi en los deslindes de la gran nación comechingona —pues gobernaba en el pueblo indígena de Nabosacate, entre 1550-1590—, en las proximidades de la actual Villa del Rosario.
Yam: Cacique comechingón con habitat en Yacanto, Sierras Grandes de Córdoba, por los años 1570-1600. La voz Yacanto equivale a donde manda Yam.
Yana: Cacique principal comechingón que poblaba la región de Soconcho, en la provincia de Córdoba, por 1580-1600.
Yocunda-Charaua: Cacique principal comechingón que habitó entre 1530-1575 la zona de Soconcho, en la provincia de Córdoba.
Yucus: Cacique comechingón que vivió en las adyacencias del Pucará o fortaleza indígena denominada Escaba-Sacat, en el valle de Punilla en los años 1575-1600.
Yungulo: Cacique principal comechingón de las sierras grandes de Córdoba que incluso constituía el nombre de una parcialidad comechingona, por los años 1580-1600.

Si alguien quiere o puede aportar el nombre del autor del original de este trabajo, nos lo hacen llegar y gustosos lo publicaremos. La fotografía que ilustra la nota corresponde al cacique Guasmara y está publicada en www.panoramio.com