viernes, 27 de febrero de 2015

El Pombero

El Pombero o Pomberito es un personaje imaginario de la mitología guaraní. El origen del nombre parece ser la voz local usada cuando se enviaban espías a vigilar a los enemigos. También se usa el vocablo guaraní “Py-ragüe” (pies con plumas) que aluden a su pisada insonora; en Paraguay le llaman “Karai-pyhare” (señor de la noche) al ser las horas en que deambula por la selva y los campos; en otras versiones, menos generalizadas, le llaman “Kuarahy-Yara” (léase Cuarahú-Yará, el dueño del Sol) y es descrito en esta forma como un viejo de piel roja con un solo ojo en el medio de la frente, con dientes de perro, brazos largos y manos muy grandes. La razón de este último nombre está vinculada a su aparición mayor en los meses de octubre y noviembre, cuando empieza el calor en la zona guaraní. Como parte del mito se le hace llamar “Dueño de Octubre” (y el primero del mes se come en honor del duende hasta atragantarse y aquel que no lo haga, se arriesga a ser azotado por el Pombero). Es igualmente familiar el nombre de “Chopombe” (abreviatura de Cho, que equivale a la expresión castellana “Don”; y  Pombero).

La descripción de este duende combina varios aspectos de otros duendes sudamericanos. En algunos lugares se lo describe como un niño rubio que anda por los árboles con un bastón en la mano (equivalente al Yasí-Yateré paraguayo), incluida su predilección por secuestrar niños. En otras descripciones es un ser alto, moreno y enjuto. En todas las descripciones se le pone un sombrero de paja, viste andrajoso. Tiene la boca grande, dientes blancos y ojos grandes y chatos de mirada fija como los de la lechuza o el sapo.
Sin embargo, por lo general (en la mayor parte de las historias) lo describen como un hombre de baja estatura, o un enano, fornido, moreno y rechoncho, con abundante vellosidad (similar al Caipora o al Curupira, según versiones) y brazos tan largos que los arrastra. El roce con esos largos vellos de sus manos peludas puede provocar en las víctimas que la persona se torne zonza, muda o experimente temblores.

Una característica extra es que los pies están volteados para atrás, para despistar a los que pretendan seguirlo. Sus pies volteados es algo que comparte con otros duendes sudamericanos, no sólo con el Yasí-Yateré, sino también con el Curupira y con el Caipora, estos dos de origen brasileño.

Se le describe con un gran pene, tan largo como serpiente o un lazo, con el que hechiza y ata a las chicas que se adentran en sus dominios; aquí se le compara a otro duende paraguayo, el Kurupi o Curupi (hermano del Yasí-Yateré); y aunque similar en nombre al Curupira, ambos duendes son distintos. También se le equipara al Trauco chileno por su alto deseo sexual. Todos estos duendes comparten una característica común, ser guardianes de la selva y sus animales.

Se dice que habita en el monte, pero también en casas de campo deshabitadas o taperas. Como guardián del monte y los animales salvajes se enoja muchísimo si algún cazador mata más presas de las que consumirá. Lo mismo sucede con el pescador o quienes corta árboles que no utilizarán.

El Pombero en sus inicios era el genio protector de los pájaros de la selva. Sin embargo a través del tiempo y la evolución del mito fue adquiriendo las más diversas habilidades; entre ellas poder mimetizarse con facilidad, hacerse invisible, deslizarse por cualquier ranura u orificio; o metamorfosearse en cualquier animal, apareciendo incluso como un asno sin cabeza (vinculado así a otro mito argentino-brasileño, el de la Anima-Mula). Para castigar al malhechor se transforma en cualquier animal e induce al infractor a internarse a lo profundo de la selva donde se pierde.

Puede correr en cuatro patas, es ventrílocuo y puede imitar el canto de todas las aves de preferencia las nocturnas, el silbido de los hombres y de las víboras y el grito de los animales. Busca asustar a la gente piando como ciertas aves después de que cae el sol. También suele imitar voces de animales salvajes. Así el Pombero anuncia su presencia por un silbido agudo en medio de la callada noche, a semejanza de El Silbón de los llanos venezolanos. Los que están enemistados con el duende, en las noches, suelen escuchar pasos y voces en los alrededores del rancho, como si alguien caminara por su patio.

En algunas regiones del Paraguay los campesinos le dejan tabaco, miel y caña para apaciguar al duende. Si se le piden favores para el cuidado del campo y sus animales, son treinta días continuos de ofrendas. Al igual que muchos duendes europeos, no se debe pronunciar su nombre en voz alta; y menos nombrarlo de noche y no soporta que silben de noche. Las acciones de este duende puede ir desde tirar piedras, hacerse invisible para mover las ramas de los árboles, desordenar la casa, extraviar los objetos, romper o descomponer los aparatos, dispersar a los animales, robar tabaco, miel, huevos o gallinas, desparramar el maíz, espantar a las aves de corral, abrir las tranqueras dejando escapar al ganado, tirar al jinete de su montura y asustar a la cabalgadura.

Suele rondar cerca de mujeres embarazadas o de madres con bebés pequeños no bautizados. Como es muy lascivo, acecha a las mujeres, especialmente a las que no han sido bautizadas para poseerlas y viola a aquella esposa que públicamente pone en tela de juicio la virilidad de su marido. Algunos creen que el Pombero puede preñar a las mujeres, solo apoyando el dedo en su vientre. Esto ocurriría si la dama solitaria, sin bautismo, al ser visitada en la noche por el duende, no le invita tabaco, miel o cigarrillos. Como ocurre con el Trauco chileno era una manera de explicar los nacimientos extramatrimoniales, hecho muy repudiado en la cultura guaraní y aún en las sociedades campesinas latinoamericanas actuales.


A este material, lo leímos en https://arescronida.wordpress.com/2010/08/21/el-pombero/ La imagen fue publicada en la web de la Guía del Chaco.

jueves, 19 de febrero de 2015

El regalo del cardón

Encontramos una hermosa historia que forma parte de las leyendas indígenas latinoamericanas.

La historia dice que “…hace mucho tiempo, aunque ya se practicaba la agricultura en los valles, la vida seguía siendo dura en los cerros y las punas, porque allí los pastorcitos sufrían la sed cuando marchaban tras sus rebaños.
Uno de esos pastorcitos se había enamorado de una joven como el pero hija del curaca, el jefe de la comunidad. Cada vez que regresaba a la aldea-después de una larga jornada en los cerros-, la saludaba desde lejos; y ella le sonreía, le sonreía...El curaca no quería ni oir del amor entre jóvenes. Soñaba con otro destino para su hija (Seguro el hijo de otro jefe), y odiaba al pastorcito. Quizás esa prohibición los acerco. El chico, un día, junto coraje y le hablo: la quería con todo su alma y no se resignaba a vivir sin ella. La joven también le confeso sus sentimientos, y, sabiendo de antemano la oposición que encontrarían, escaparon hacia la montaña.

A la mañana siguiente, muy temprano, cuando el muchacho debió marchar con los animales y el grupo de pastores, sus compañeros notaron su falta, pero partieron igual. Rato después, el jefe se levanto para iniciar la labor del día. Advirtió la ausencia de su hija y se sorprendió, porque ella nunca faltaba a esa hora. Algo malicio porque despacho un chaski al cerro para saber si el pastorcito había marchado con las llamas. ¡Y no le cupo duda! Convoco entonces a sus guerreros para salir en busca de los enamorados, apresarlos y darles su merecido.

Los jóvenes sospecharon que el airado curaca andaría tras ellos. Llevaban horas de delantera, pero conocían la firmeza y la capacidad del jefe y sus guerreros. Apelaron entonces a la Pachamama, la Madre de los Cerros, la protectora de los cultivos de maíz y de quinoa, la que ampara siempre a quienes le manifiestan su respeto. En lo mas alto del cerro cavaron un hoyito, depositaron en el los alimentos que llevaban y los cubrieron con piedras; allí mismo hicieron una apacheta, uno de estos altares a cielo abierto que en plena montaña reverenciaban a la madre generosa. Y cuando la apacheta había tomado forma y el curaca y sus guerreros trepaban la cuesta acercándose a los fugitivos, la apacheta se abrió como un manto protector y recogió en su regazo a los dos enamorados.

El airado jefe y sus hombres llegaron jadeantes a la cumbre, pero solo encontraron una apacheta recién hecha ¡Y ni rastros de los fugitivos! Tuvieron que volver a la aldea, y cuando el curaca finalmente se resigno, junto a la apacheta broto una nueva planta, hasta entonces desconocida, que en la sequedad de esas alturas formo un tronco grueso, espinudo, alto y recto y con sus brazos al cielo: ¡era el pastorcito convertido en cardon, agradeciendo para siempre a la Pachamama! Desde entonces, los que marchan por el cerro solo tienen que voltear un cardón para encontrar, en su esponjosa y jugosa madera que parece de papel, el agua que saciara la sed de hombres y animales.

Y cuando las nubes se amontonan y las montañas resuenan con el trueno que anuncia la tormenta, sobre el pecho verde del cardón nace una flor blanca para anunciar la lluvia que bendecirá la tierra: es ella, la enamorada, convertida en flor por la Pachamama”.


A esta historia la leímos en http://leyendas.idoneos.com/montana/ y la fotografía es de Mario Giorgetta, cuya web es http://giorgetta.ch/

viernes, 13 de febrero de 2015

Mariposas

Lejos de ser reconocida como una lepidóptera (su verdadera denominación) y más lejos aún admitida como insecto, la mariposa ofrece una historia de significaciones interesantes desde tiempos inmemoriales.

Los griegos antiguos simbolizaron el alma humana con las alas de la mariposa, así como también existen representaciones en lápidas grecorromanas, en las que el alma (la psyché) aparece como una mariposa saliendo del cuerpo de los muertos.

Para el cristianismo, en el contexto de una tumba, es el alma que —desembarazada de su envoltura carnal asciende—, transformándose en imagen de resurrección. Identificado como "Animal del Alma" y asociado con ella, algunas culturas la representaban saliendo de la boca de agonizantes y difuntos, como símbolo del aliento vital que escapa. 


También están los que vinculan a las mariposas como símbolos de inmortalidad, renacimiento y resurrección y, simultáneamente, de la ligereza, la inconstancia y lo efímero de la alegría y la belleza. Por su capacidad de transformación encarna la metamorfosis y las potencialidades del ser.

En el Feng Shui toma el valor de la energía del amor y la libertad, siendo capaz de atraer esa compañía que las personas solas permanentemente buscan. Tiene la energía necesaria para movilizar los estancamientos emocionales, generadores de apatías que alejan las energías del amor o la amistad.
El uso de las mariposas es en muchos aspectos similar a la utilización de las aves como símbolo, ya que tanto las aves como las mariposas vuelan libres, lo cual se relaciona con el profundo anhelo humano de la felicidad, por una mayor cercanía al cielo. El símbolo de la mariposa es la cura feng shui más común para todos lo relacionado a los aspectos sentimentales o del romance.

jueves, 5 de febrero de 2015

Don Ampatu | (más conocido como el señor Sapo)

La cultura Santa María se desarrolló entre los años 900/1000 a 1480 de nuestra era. Esta cultura surgió en el valle del mismo nombre en Catamarca; se extendió por El Cajón, Calchaquí y valles transversales, alcanzando su influencia a la zona de Andalgalá y Hualfín, incluso hasta el Valle de Catamarca en el sur de la provincia.

El ampatu es el sapo en la mitología andina popular. Se lo relaciona con Pacha Mama (la Madre – Tierra), en su carácter de germinadora y productora de buenas cosechas, ya que el sapo con sus gritos pide lluvia.

Según un antiguo mito preincaico, la serpiente Amaru maldijo al sapo, por lo cual éste representa la tierra reseca sufriente por la necesidad de agua. Se suponía que su croar llamaba y atraía a Mama Huaca y con ello a las lluvias tan benéficas. La representación de Pacha – Mama que asume el sapo, se ve reforzada en muchas urnas funerarias de la cultura Santa María donde aparece una estilización romboidal del ampatu, en cuya panza se halla dibujado en negro o blanco el símbolo de la Cruz cuadrada o Tawa, indicativo de la cuadripartición cósmica espacial y de los cuatro “Suyos” o regiones del mundo conocido por nuestras culturas andinas.

En este trabajo también se representa la Chakana o Cruz del Sur, siendo uno de los símbolos más antiguos y característicos de la cosmovisión andina con más de 3500 años de historia.

La figura está conformada al menos por tres rectángulos verticales superpuestos, los que dan resultado un romboide sagrado escalonado, reducido a veces a sus mitades, a triángulos y otras formas pregnantes.

El sapo o ampatu era considerado acompañante del hombre durante su viaje por el Kay Pacha o Mundo Terrestre, como también (y muy especialmente) por el Uray Pacha o Mundo de los Muertos: de ahí que se lo considerase animal – fetiche de carácter marcadamente esotérico, utilizado por los shamanes. La esotérica del sapo depende de las glándulas que tiene en su piel, la que contiene un alcaloide alucinógeno: la bufoteina (del latín “bufo”: sapo).

Fue animal totémico y sacralizado tanto por las culturas andinas, como por las amazónicas y muy especialmente por las pampeanas. En efecto, era reverenciado por los mapuches y por los charrúas. Se prohibía matarlo, ya que se lo consideraba portador de buenos anuncios, abundante sustento y lluvias benéficas.

Este excelente material ha sido publicado por http://marcasdelpasado.blogspot.com.ar/
La imagen corresponde a un colgante de pared de la línea Engendros Simpáticos de El Artesano Insano


lunes, 2 de febrero de 2015

Corazón-Corazón



El corazón ha sido a lo largo de la historia un símbolo de poder, además de un amuleto de fortaleza. En las Escrituras se empleaba como núcleo de la vida donde confluían más allá de la mente, el espíritu y el alma, las emociones y el entendimiento. Alguna definición lo describe como “el centro de la personalidad total en relación a la intuición, al sentimiento o a la emoción; es el centro de la emoción, en contraste con la cabeza, que es el centro del intelecto”.

Los egipcios ubicaban a la conciencia en el mismo corazón, considerando que éste era la fuente de los pensamientos buenos y malos. Tras la muerte cobraba un protagonismo especial. Lo momificaban en parte y era conservado bajo la protección del dios Tuamutef (también conocido como Duamutef), que era uno de los cuatro hijos de Horus, el dios celeste en la mitología egipcia, a quien se le consideraba como el iniciador de esa civilización.


Realizados en todo tipo de materiales y colgados al cuello, enteros o partidos en mitades, los corazones son los talismanes elegidos por los enamorados, pues testimonian el afecto que se profesan y se cree que al regalárselos a la persona querida ahuyentan la sombra de la infidelidad.

(*) Los corazones que se ven en la imagen, corresponden a los Colgantes de la Suerte de la colección Los Clotildos de El Artesano Insano.