Los Comechingones eran
unos capos a la hora de vestirse. Usaban delantal largo, camiseta y manta pa’cuando
venía la fresca. El delantal estaba atado a la cintura por una faja tejida, en
tanto la manta se usaba como una túnica, con sus laterales cocidos para no
andar mostrando nada que después fuera tapa de revista.
Ellos desarrollaron muy
bien el arte del tejido, partiendo de un hilado de alta precisión para la lana
que les proveían las llamas, alpacas y vicuñas y cerrando el proceso con un
tramado muy pequeño que les permitía trabajos excelentes en aberturas, ruedos y
las botamangas. Sus prendas tenían adornos con chaquiras y tientos (tiras de
cuero); pequeños elementos de cuero, barro cocido y metal a modo de accesorios,
como las varillas de metal que se ponían en la cabeza como si fueran plumas y
la tradicional y colorida vincha. Los capos de la tribu —caciques, guerreros y
curanderos— tenían trajes de cuero con mucha ornamentación que incluía plumas y
para las fiestas se ponían en la cabeza mandíbulas de animales salvajes (sin el
resto del animal se entiende).
Ah… y ellas se ponían
más atractivas usando perfumes… sí señor… usaban el jugo de un fruto que
llamaban suico y se supone que los varones quedaban de la nuca cuando olían ese
perfume.
(La
imagen que ilustra esta historia, corresponde a la página web del Parque
Temático Yucat, de Merlo, provincia de San Luis, donde se muestra como era la
vida en la Tierra de los Comechingones. Por cierto, un lugar para ir a conocer,
algo que haremos apenas tengamos un tiempo disponible)
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