Continuando con las notas sobre la etnia comechingona que
capturamos de la web Ser Comechingón, pasaremos ahora por los temas Viviendas,
Alimentación, Arte y Tecnología, restándonos para la última entrega la
información Pictografías y el Idioma.
• Viviendas
El investigador Aníbal Montes afirma que los comechingones
moraban en “pequeñas construcciones
cuadradas o circulares no mayores de tres o cuatro metros de diámetro, con un
cimiento de piedras paradas que sobresalían un metro del suelo, con pequeña
excavación al interior y techadas de palo, ramajes y tal vez paja embarrada con
utilización de cañas, como en la actualidad”. Sin embargo, hay informes
diferentes como el que se puede leer en el documento de “La Relación Anónima” —escrito
por Jerónimo Luis de Cabrera—, quien sostiene “que cada unidad era una caza-pozo con espacios grandes de planta
rectangular o sub-rectangular y tenía dimensiones promedio de entre seis metros
de largo por cuatro de ancho. Todas cavadas con herramientas de piedra”.
Lo cierto quizás es que algunas descripciones fueron hechas
sobre la totalidad del terreno que ocupaba una vivienda, tanto exterior como
interior, por eso es que en “La Relación” se menciona que llegaron a caber
hasta 10 caballos con sus respectivos hombres en una de ellas. Y, según las
pruebas realizadas por las investigaciones arqueológicas, “las parcialidades que formaban un pueblo podían tener hasta cuarenta
casas muy bien organizadas entre sí”.
• Alimentación
La comida de los comechingones fue muy variada, con un menú
de más de una carilla (y precios accesibles). Provenía de la caza, la
recolección, la agricultura, la ganadería natural y la pesca. Consumían el maíz
o “machi” que era sembrado y regado por ellos mismos y las semillas restantes,
no cultivadas, eran guardadas en vasijas o cántaros para poder sembrar en las
cosechas siguientes. En sus cananas o morteros, molían el grano de maíz y
preparaban suculentos almuerzos, como la pulenta o polenta, con lo que El
Artesano Insano se pregunta si no vendrá de allí la famosa frase “polenta con
pajaritos”. Por otra parte, moliendo la algarroba obtenían una harina que
llamaban “patay”, con la cual hacían comidas y rico panes. “También se alimentaban de porotos, calabacitas, zapallos, papas y quínoa,
cuyas semillas molidas permitían elaborar sopas además de harinas y sus hojas
se consumían como verdura”. Lástima que no pudimos averiguar todavía, qué
comían de postre. Si le daban al queso y dulce o se contentaban con una buena
fruta.
• Arte y tecnología
Con respecto a las expresiones estéticas se encuentran “desde la más grande tinaja, hasta el plato
(puco), taza, vasos, pequeñas jarras…”, muchas de ellas grabadas y otras
pintadas. Era muy abundante su alfarería, que incluso contaba con pequeñas
estatuitas funerarias. Se vestían con lana de vicuña, tejidos de fibra vegetal,
cueros que curtían delicadamente y coloreaban. Se pintaban en ocre rojo y se
tatuaban de otros colores. Lucían adornos de vistosos plumajes y collares de
muchos tipos. Su arma principal fue el arco y la flecha pero emplearon también
la lanza corta (media pica), piedras arrojadizas (hondas), boleadoras, hachas,
etc.… (Cuando ahora usted escuche a un
cordobés decir: “te gua arrancá la cabeza de un pedradón”, ya sabe cuál ha sido
el origen).
En relación al desarrollo de instrumental de piedra
fabricaron cuchillos, raspadores y punzones (que
sumado a la vajilla que mencionamos, les daba para el Bazar Comechingón sin
demasiados problemas). Esto demuestra que tuvieron una importante industria
primitiva. No conocieron el hierro sino para construir pequeños trozos de
mineral que utilizaban como bolas arrojadizas (hondas). No sabían nada de
metalurgia, ni aún la del cobre que bien pudieron aprender de los incas y para
lo cual tenían el mineral a la mano. Faltaba mucho tiempo para que se
instalaran Fiat y Renault en la zona.