Leímos en la web Ciudad Seva, que el escritor boliviano
Víctor Montoya en su “Tradición oral latinoamericana”, dice que “… no se sabe con certeza cuándo surgieron
estas fábulas cuyos protagonistas están dotados de voz humana, pero es probable
que fueran introducidos en América durante la conquista (siglo XVI), no tanto
por las huestes de Hernán Cortés y Francisco Pizarro, sino, más bien, por los
esclavos africanos llevados como mercancía humana, pues los folklorólogos
detectaron que las fábulas de origen africano, aunque en versiones diferentes,
se contaban en las minas y las plantaciones donde existieron esclavos negros;
los cuales, a pesar de haber echado por la borda a los dioses de la fecundidad
para evitar la multiplicación de esclavos en tierras americanas, decidieron
conservar las fábulas de la tradición oral y difundirlas entre los indígenas
que compartían la misma suerte del despojo y la colonización. Con el transcurso
del tiempo, estas fábulas se impregnaron del folklore y los vocablos típicos de
las culturas precolombinas”.
“Algunas fábulas de la
tradición oral son prodigios de la imaginación popular, imaginación que no siempre
es una aberración de la lógica, sino un modo de expresar las sensaciones y
emociones del alma por medio de imágenes, emblemas y símbolos. En tanto otros,
de enorme poder sugestivo y expresión lacónica, hunden sus raíces en las
culturas ancestrales y son piezas claves del folklore, porque son muestras
vivas de la fidelidad con que la memoria colectiva conserva el ingenio y la
sabiduría popular”.
“Los personajes de las
fábulas representan casi siempre figuras arquetípicas que simbolizan las virtudes
y los defectos humanos y, dentro de una peculiar estructura, el malo es
perfectamente malo y el bueno es inconfundiblemente bueno y el anhelo de
justicia, tan fuerte entre los niños como entre los desposeídos, desenlaza en
el premio y el castigo correspondientes; más todavía, para que la moraleja y la
nobleza de los diálogos adquieran mayor efecto, se ha recurrido al género de la
fábula, cuyos personajes, aparte de ser los héroes de los niños
latinoamericanos, no tienen nada que envidiar a los de Occidente y a los
dibujos animados de Walt Disney”.
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