Dicen que los
Comechingones poseían conocimientos telúricos y mágicos. Es al menos lo que
plantea el profesor Guillermo Terrera, de quien hemos hecho más de una mención
en nuestro blog. Esta afirmación la hace en su libro El Valle de los Espíritus.
Es Terrera quien ha
marcado las características físicas que han diferenciado a los comechingones de
las demás etnias de la región, pues eran de gran altura, tenían largas y
espesas barbas, tenían los cabellos de color claro y —aunque de otros autores—
se dice que tenían los ojos verdes.
En cercanías del cerro
Uritorco —como en buena parte del norte cordobés—, abundan los morteros de
piedra que, al parecer, no solo cumplían una función alimenticia, sino que eran
utilizados en ritos mágicos y sagrados. Dice Terrera que “…en la parte inferior de los morteros “estaba representado el cosmos
con sus campos de fuerza dextrógiros y levógiros (*), y esta energía se podía
percibir con sólo introducir la mano dentro de la concavidad del mortero (…) Si
éste poseía poderes mágicos, el alimento preparado dentro del mismo adquiría la
fuerza cósmica que se transmitía a quienes lo comiesen (…) Los comechingones,
como habitantes de las serranías cordobesas, convivieron con los cerros, hondas
quebradas, los valles luminosos y los arroyos y ríos de aguas transparentes. De
allí su gran capacidad de observación y meditación, que con el transcurso del
tiempo se convirtió en sabiduría empírica y mágica que les permitió crear
valles de los espíritus o quebradas del silencio. Ellos aseguraban ver hombres
que solían caminar por las sierras y desaparecer de improviso; seres que venían
de la profundidad de la tierra... También los Comechingones contemplaron
embelesados las luces o entidades cósmicas que surcaban el cielo nocturno”.
La fotografía del
mortero es gentileza de Torres Quinteros Photography.
(*)Un viraje es dextrógiro si se mueve en el mismo sentido
que las agujas del reloj, en contraposición a levógiro. Dextro proviene del
latín dexter, y éste del griego δεξιός (dexiós): derecho; levo, del latín lævus
(levus): izquierdo. Ambos conceptos también se conocen como dextrorrotatorio y
levorrotatorio, respectivamente.
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