El escarabeo
fue un amuleto de vida y poder, con forma de escarabajo pelotero (Scarabaeus
sacer egipcio), que representaba al Sol naciente, y era símbolo de la
resurrección en la mitología egipcia. En vida proporcionaba protección contra
el mal, visible o invisible, dando diariamente fuerza y poder. En la muerte,
quien lo portaba adquiría la posibilidad de resucitar y alcanzar la vida
eterna. El escarabajo estaba vinculado con el dios Jepri, forma de Ra como Sol
naciente y era el símbolo de la constante transformación de la existencia.
En una nota
publicada en el diario El País de Madrid —con la firma de Luis Miguel Ariza—, se
señala que “…el último misterio del
faraón Tutankamón no se refiere a algún intrincado jeroglífico, una nueva
cámara funeraria o sutiles pistas dejadas cerca de su tumba; envuelve a una
fabulosa figura de un escarabajo esculpida en cristal verdoso. Esta joya es la
más destacada de un hermoso pectoral hallado por el arqueólogo Howard
Carter en 1923 en una de las habitaciones contiguas a la sala de los
tesoros. Las alas del escarabajo están tratadas con oro, plata, cristal y
piedras semipreciosas, y el animal es el corazón de la figura de un halcón. El
insecto soporta con sus alas y patas el peso de una barca celestial en la que
yace el ojo izquierdo de Horus, el símbolo de la Luna. En sus patas inferiores
hay otros tantos símbolos sobre la eternidad. Alrededor bailan los dioses, y la
iconografía completa habla de los ciclos del Sol y de la Luna, de la
resurrección y del reinado eterno de Egipto”.
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