La quena (en quechua: qina) es un instrumento de viento de
bisel, usado de modo tradicional por los habitantes de los Andes centrales,
según asegura don wikipedia. La quena es tradicionalmente de caña o madera y
tiene un total de siete agujeros, seis al frente y uno atrás, para el pulgar.
En la actualidad es (junto al sicu y el charango) uno de los instrumentos
típicos de los conjuntos folclóricos de música andina. Es de origen Peruano y
sirve para alabar a los Dioses Indios. Las evidencias más antiguas están en la
Machala (costa norte del Ecuador) y Santa Elena (Costa central del Ecuador),
pues hay también evidencias de origen nazca, de sicus hechos de cerámica y
huesos de animales y humanos. La típica quena incaica era de veinte centímetros
de largo y construida del hueso de la pata de la llama. Las quenas de los
pueblos de la Puna están hechas de la canilla del cóndor o del guanaco. Pero
—como corresponde— hay una leyenda sobre la quena que cuenta que “en tiempos remotos, las vírgenes del sol
recogían la lana suave de la vicuña para tejer los mantos sagrados. Se reunían
e iban en grupos a los mercados indígenas y allí elegían los más hermosos
vellones. A una de estas visitas fue también la hija del gran curaca. Caminaban
por un sendero que se extendía por pequeñas lomadas antes de llegar a destino.
De pronto, desde un altozano, llegó el sonido de una flauta que sólo la hija
del curaca oía. ´Se detuvo la jovencita y luego, como en sueños, caminó
lentamente hacia el tañedor de esa flauta misteriosa. Era un pastor de llamas,
que mientras pacían tranquilamente sus animales, hacía sonar su instrumento. Se
enamoraron, porque los dos se presentían en sus silencios. Pero la diferencia
social que existía entre los dos hacía difícil los encuentros, y sólo se veían
cuando él la llamaba con su flauta, tocando aquella canción que ella escuchó
por primera vez. Una tarde la ñusta no llegó al lugar de los encuentros. El
pastor hizo sonar muchas veces su flauta llamándola, pero en vano: los
crepúsculos morían en la soledad de los cerros. Y con la duda del olvido en su
pecho, bajó al pueblo para averiguar la causa de la ausencia. La aldea se
hallaba de fiesta. Y ¡oh! ¡Sorpresa! La mujer que él amaba se casaba con el
hijo del curaca del pueblo vecino, enemigo del padre de la muchacha. Había
llegado el novio con su séquito de guerra y de abundantes regalos. Los
pobladores miraban asombrados todas aquellas riquezas, pero con indiferencia.
Cuando buscaron a la novia para que recibiera al acaudalado caballero, no la
encontraron. Había desaparecido como si Pachamama la hubiera tragado. En vano
la buscaron todos. Se pensó que el padre no quería casarla con el hijo de su
enemigo. Entonces hubo amenazas y el pueblo que amaba a su Señor, se volcó por
senderos y lugares mas escondidos en busca de la novia. Llegaron hasta las
aldeas más apartadas y no la hallaron. Y una tarde, la encontraron muerta en el
lugar donde siempre se reunían con el pastor de llamas. Pasó el tiempo sobre
una tumba que todas las mañanas se veía cubierta de flores silvestres, pero un
día la hallaron profanada. El pastor, enloquecido, había sacado de los restos
de la ñusta el hueso de una pierna y huyó para la soledad de los timos. Y con
él hizo una flauta que sonaba más dulce que ninguna. Y todos los atardeceres,
sentado ante la inmensidad de las cumbres, tocaba su flauta como en los tiempos
idos, llamando a la mujer que no olvidaba. Por eso dicen que la quena es tan
suave y melancólica, porque nació del dolor del amor”.
(A esta leyenda la
leímos en el blog Azuquitas, que hacen unas talentosas niñas mendocinas)